viernes, 30 de diciembre de 2011

Prioridad

No me interesa como nos tilden los demás. Tampoco me importa que el resto crea que he perdido la razón, cada vez que cruzo este inestable puente para estar contigo. Todos me miran como si cometiera una locura. Ya  me aburrí de ser buena persona.
Me siento absolutamente pagado cuando me sonríes avergonzada, y me susurras muy cerca del oído: "Soy feliz"
Y eso es suficiente como para cruzar este puente todos los días.

Regalo

Regálame un cuento como tus abrazos, que sean cálidos y confortables. Entrégame una historia como la nuestra, enredada de tal manera que no parece poseer final.
Un cuento que pueda leerse de tantas maneras pero que siempre acabe con nosotros al final, sonriéndonos.
Dame un cuento que se parezca a nuestros enojos inconstantes, un retazo de nuestros mejores momentos. Un trozo de nuestra lujuria culposa, donde no sabemos donde iremos a parar. Pero por sobre todo, dame un trozo de nuestra felicidad egoísta, esa que nos hace sonreír como idiotas sin saber porque.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Ten



Llévate el espacio donde se encontraba tu confianza. Es demasiado grande, espacioso y cruelmente vació para cargarlo a mis espaldas. Quémalo o destruyelo lo que desees.
Tan solo no me dejes tan sola en medio de tanta soledad.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Entre gallos y medianoche

Me destrozas, me muerdes, me abrazas, me aprietas entre tus brazos y tu pecho. Todo en una loca vorágine donde no sé con certeza, donde empiezas tú y termino yo. Gritas, rompes y jadeas, mientras en correcta sincronía te sigo (¿O tú me sigues?)
Termino despertándome sola, dando vueltas en mi cama, apenas consciente de si fue un sueño o tan solo las ganas de verte me juegan una mala pasada.
—Demonios— di vuelta la almohada— que ganas de comer algo frito y cubierto con chocolate.
He intento volver a dormir, y esta vez no volver a soñar contigo.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Durmiente

La Bella Durmiente esperó pacientemente que llegara el príncipe prometido por las leyendas. Esperó tanto que se descascaró el corazón, pudrió su piel y se carcomió su razón. Llegó al extremo de coser sus ojos, para así no tener que enfrentarse con la realidad, esa voz que le decía que nadie vendría a salvarla.
Se abandonó en un sueño eterno, espumoso y cristalino, donde bailaba eternamente con un hombre sin rostro, feliz con un hermosos vestido (¿rosa o celeste?)
Mas aunque su razón la hubiese abandonado, el corazón que no olvida anhela poder vengarse... de la manera que sea.
Por eso durante las noches, la durmiente se levanta, a punta de lagrimas y heridas para recorrer el bosque en búsqueda de quien pueda despertarla.
Aunque ella sabe que esa persona no existe. Por eso guarda un puñal debajo de la manga, en caso de encontrarse con quien sea, para desahogarse de tanto dolor acumulado.
Cuando recorre el bosque, puede escucharse una sola frase ¿Eres tú? repetida millones de veces en la oscuridad de está. Si te atreves a contestar ese desesperado llamado... bueno tú puedes imaginarte el resto
Fin

Nota: Las imágenes no me pertenecen solo el cuento. Espero traer más. 

lunes, 21 de noviembre de 2011

Él

Era seguro, estable y de humor único. Tenía la capacidad de enmendar sus errores, solo sonriendo con seguridad. Creía en algo (¿o era alguien?) No lo sé, nunca lo pude entender.
Se preocupaba de mí sin alarde (siempre estaba) Adoraba los colores, los óleos y la primavera.
Olía a ropa limpia, avellana y libro antiguo.
Eras tan opuesto a mí. Y eso... bueno tú ya lo sabes.

Orden

Todo tenía que estar en su lugar preciso. La mesa en el centro de la habitación, sobre ella el cuaderno, sobre la esquina inferior derecha el lápiz, con la tapa apuntando hacia el lado contrario.
—Todo en su lugar— suspiró satisfecha, sentada en el rincón de la blanca habitación, con las rodillas pegadas a la cara, sin hacer un mínimo movimiento.
Apenas si respiraba, pero su mente le jugaba bromas pesadas. ¿Y si se caía el lápiz, botando la mesa, derrumbando la habitación y finalmente aplastandola? Aterrada se cubrió la cara, mientras repasaba mentalmente los cálculos matematicos que hacían posible ese orden perfecto.
La muchacha siguió repasando esos números hasta que se quedo dormida

Nota: Llegaron sin aviso. Y supongo que se irán. Estos son nuestros Adictos Desquiciantes. Sin nombre ni rumbo, cuentan su historia y se hunden en su miseria.

Relatos sobre Locura y algo de terror. Ojala me funcione xD

domingo, 20 de noviembre de 2011

Une

—Estás tan ocupado mirando el futuro, que el presente te golpeará por ser tan idiota.
Ella se retiró furiosa luego de soltar esa frase. Sé que soy un idiota por no poder comprenderla, mas tampoco ella lo ha intentado. Así que la seguí.
—Lo... es decir.— se me cortó la voz.
Es difícil decir lo siento. Pero es mas complicado verte con esa cara. Nuestros mundos se unen a través de un delicado puente, y ahora parezco el ser malvado que quiere echarlo abajo.
—Perdón.
Te sorprendiste. Quedaste sin respuesta ante esa expresión tan simple y compleja. Ocultaste la mirada, para luego decirme.
—Descuida... soy algo brusca a veces.
Y sabes que eso me gusta de ti.

domingo, 13 de noviembre de 2011

¿Donde?

—¿Hacia donde vamos?— preguntaste confundido.
Te sonreí de vuelta, intentando espantar tus fantasmas, pero estos no se alejaron de ti. Tu mirada aun tenía la pregunta hecha con anterioridad.
No quería responderte. Al menos no ahora. Tomé tus dedos y los entrelacé con seguridad.
—¿Y si te digo que nos vamos lejos? A un lugar donde no existan los problemas. Donde no llueva en otoño y las hojas siempre crujan.
—O sea que vamos a ninguna parte.

sábado, 12 de noviembre de 2011

No eras

No eras de esas que promete el mundo, ni mucho menos de quienes no gritan. Tampoco sabes combinar colores y te quejas de la lluvia en otoño. No eras predecible, eras libre y sin ganas de observarte, porque te devorabas el mundo con los ojos.
No eras de maquillarte, tampoco de arreglarte, te reías sin disimulo de quienes lo hacían. Pero a pesar de eso ponías mi mundo de colores.
Eras, sin embargo, tantas cosas para mí.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Puerta

Suicidio se retiró tal como había llegado. En un profundo y delicado silencio como las mariposas recién nacidas. Dejó la puerta abierta. Lamentablemente yo siempre fui demasiado curiosa

viernes, 4 de noviembre de 2011

.

El otro día, me percaté de que no tenía los pies pegados en la Tierra como todos. Sino al revés enterrados en el cielo azul.
Comenzó a darme vértigo, mareos y llanto. Me di cuenta que no podría jamás volver a recorrer descalza el césped. Y eso me entristeció aún más.
Entonces cerré los ojos, respiré intentando olvidar. Lentamente despegué un pie del azul interminable, y di mi primer paso sobre la nada. Resultó ser algo bastante sencillo, mucho más con los parpados cerrados.
Así pues camino con los ojos cerrados, esperando quien sabe qué, o hacia quien sabe donde...
Pero al menos continuo avanzando.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Esmeralda

Nota preliminar: Siguiendo los consejos de mi mejor amiga, aquí esta una edición del primer capitulo de esta historia. No he cambiado nada (basicamente sigue siendo lo mismo) pero he contado muchas mas cosas que creo que deberían saber xD. A veces cometo el error de suponer que saben lo mismo que yo. Ojala les guste, enjoy!

           
            Han pasado muchos años. Tanto tiempo ha transcurrido desde ese entonces que hay cosas perdidas… al parecer irrecuperables. Los Guardianes e Invocadores eran tan solo un suspiro del ayer prácticamente olvidado por todos.
           
Las ciudades se dividen en medio de la desesperación. Algunos solo culpan a la conocida Rebelión, la cual solo a traído problemas, murmuran entre dientes. Quizá si tan solo estas personas se conformaran con el dominio del Imperio, las aldeas no estarían tan custodiadas, vigiladas y restringidas como ahora. Otros en cambio ya ni siquiera se molestan, reconfortados ante la idea de tan solo seguir sobreviviendo.
           
Batión es un pueblo totalmente controlado. Cerca de las montañas, cercado por un tupido bosque, uno de los últimos lugares  en los cuales se hace un mínimo comercio. Único lugar en tan desolado paraje que ofrece unas pocas comodidades.
           
Esmeralda ha llegado aquí, motivada por esto. Le quedaba casi nada de dinero, y aunque fuese el sitio más peligroso para buscarlo, al menos tenía que intentarlo. Esta errante, prácticamente desde el día que nació, no tiene otra manera de sustento. Suele conformarse con vender cachivaches a valores ínfimos para luego seguir vagando sin rumbo fijo.
           
Al perecer la suerte le sonreía. Había conseguido bastante más dinero del que pensaba. Los guardó en el morral oscuro, un regalo de parte de su abuelo, la chica guardó el dinero en el fondo, repasando con la mirada las salidas, para poder retirarse sin ser descubierta.

            La joven tan solo estaba vestida con una túnica de color granate, el cabello revuelto, espeso y de color negro, le cubría gran parte de su rostro. Observó preocupada alrededor de la ciudad, en cada salida había un guardia del Imperio. Esmeralda suspiró rendida, tendría que haber algún modo de salir de allí. Quizá en la mañana, cuando los guardias cambiasen de turno. Tal vez si tenía suerte podría salir sin llamar la atención.

            Su mirada de color lila se encontró con una hostería. Era la única que se observaba por aquella pequeña ciudad, rodeada de murallas. Esmeralda tragó saliva, decidiéndose a entrar en aquel lugar.
           
            Hacía bastante tiempo que no entraba a un lugar así. Iluminado por viejas antorchas, donde un bardo afinaba las cuerdas sentado en la esquina del lugar. El aire tenía un aroma bastante húmedo y pesado. En las mesas miles de guardias se reían mientras bebían cerveza barata, en tarros casi desechos.

            La chica decidió quedarse un rato en la barra de aquel lugar. Pidió una bebida bastante simple, mientras escuchaba con atención las conversaciones que circundaban por el lugar. Recayó su atención sobre el trovador, quien afinaba su guitarra con aire despreocupado, mientras miraba a los soldados con desprecio. Estos últimos parecían vigilar todos los movimientos del joven, casi como si el instrumento fuese un arma hábilmente escondida.
           
            —Espero que tengas consideración si vas a seguir con esas canciones.— siseó uno de los guardias.
           
            —Las personas que nada malo han hecho, no debería temer a la verdad.

            Un silencio tenso se incrementó en el lugar. Esmeralda percibió como la atmósfera cambiaba radicalmente. Se preguntó que demonios había dicho el juglar, y tanto debió ser su gesto de duda, que la chica de detrás de la barra se acercó, simulando rellenar su vaso y susurró cerca de su oído.
           
            —Han hablado sobre la…— tragó saliva temerosa— “La activación de poderes”

            A la chica le tiritaron las manos luego de escuchar esa sentencia. Se quedó sentada, aún más inmóvil que antes. Posó los dedos sobre su boca, preocupada mientras mordía sus uñas. Venir a esa hostería había sido una pésima idea. Lentamente respiró comenzando a poner orden en el caos de su mente.
           
            Tenía que irse. Eso estaba claro. Miró a ambos lados, nerviosa pero al parecer nadie tenía ganas de seguir hablando. Soltó todo el aire acumulado en su pecho, algo mas calmada y se levantó de su puesto, dispuesta a encerrarse a la habitación que le diesen.

            —Sino fuera por el estúpido mago, todos seríamos más felices— soltó el trovador justo antes de que Esmeralda se retirase del lugar.

            —¡Qué has osado decir!— gritaron los guardias, levantándose de sus sillas, furiosos con esas palabras.

            —¡Lo que todo el mundo sabe! ¡El emperador no sería nada, sin la maldita magia!— vociferó sin miedo.

            El trovador no se movió de su puesto. Quizá estaba cansado de callar las palabras que tanta gente tenía atorada en la garganta. Todos sabían esto, pero decirlas era casi una sentencia de muerte. Sea cual sea la razón el efecto de sus palabras, los dejó a todos inmóviles.
           
            Incluida a la propia Esmeralda. A la cual le estaban cayendo unas pequeñas lágrimas por sus mejillas. Había sido todo tan injusto. Nadie conocía realmente el engaño que el emperador había hecho con el pobre mago. Furiosa y como nunca, rompió el silencio con un grito que ni ella misma supo de donde salió.

             —¡Tú no tienes idea! ¡No hables de Zaroc de esa manera!

            Sorprendida se tapó la boca con las manos. Quizá con la esperanza de que ese gesto haría que la frase se devolviera a su mente, de la cual nunca debió salir. Los jóvenes que estaban a punto de ir a golpear al trovador, se giraron en redondo mirándola sin poderlo creer.

            —¡Qué estas esperando!— gritó el de la guitarra, tomándola del brazo. La chica ni siquiera se había dado cuenta de cómo llegó— ¡Corre!

            Y sin saber como se encontró corriendo, en medio de toda la trifulca desatada. Los guardias salieron también, corriendo a gran velocidad. Mientras tanto el trovador, llevando a la rastra a la joven, intentaba perderlos en la oscuridad de la noche. Se escondieron entre medio de unas casas, detrás de unos maderos tirados por allí.

            —Si nos llegasen a atrapar.— comentó Esmeralda.

            —Descuida— el joven la miró— tengo muchos amigos, nadie les dirá donde estamos.— le señaló un camino, una especie de túnel a través de las murallas.— podemos salir por aquí.

            Algo desconfiada, la joven se quedó quieta y callada. El joven la observó y le dirigió una sonrisa de confianza. Luego deslizó la manga de su chaqueta, revelándole un tatuaje de una R gigante, envuelto en una rosa roja.

            —¡Eres!— arrepentida se volvió a callar, y sin mirar hacia ningún lado tomó el camino ofrecido por él. Antes de irse, el joven la retuvo un momento diciéndole.

            —Podrías algún día… contarme esa historia. La verdad sobre Zaroc— deslizó el mechón del cabello de la joven, mirando sus ojos lilas. Volvió a sonreír y se retiro.

            —¡Espera!...
           
            Pero el trovador ya se marchaba en dirección a los guardias.
           
Continuará.     
           

viernes, 23 de septiembre de 2011

Extrañar



Me gusta extrañarte ¿sabes? Me encanta beber tus silencios y fumarme tus palabras. Igual que una extraña y maligna adicción. Extrañarte es igual a drogarme, encontrando tu esencia en los sueños de opio y canela.

Así me dan mas ganas de abrazarte cuando llegas a casa.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Soñar

Yo desde siempre soñaba con parecerme a mis ídolos. Tuve muchas etapas confusas donde anhelaba ser Poe. Otras tormentosas donde comparaba mi pobre poesía con Becker. Y la peor cuando descubrí a Gabriel García Marquez... simplemente imposible.
Entonces me cansé de estar triste por no ser un genio, y decidí estar contenta de al menos tener algo pequeño de talento. No tengo las cantidades industriales que ellos poseen, pero al menos tengo algo.
Y eso me hace sonreír en mis delirios.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Arde


Préndanme fuego, mi carne quemada,

Mi carne quemada, es menos frágil.

Sade entró a su casa. Era un lugar bastante sencillo, constaba solo de dos pisos. Las paredes eran de un color rosa, odiado por ella desde que lo vio en el muestrario de pinturas.

Pero al fin de cuentas, ella no tenía ni voz ni voto en ese lugar. Suspiró dirigiéndose a su habitación. Antes de eso dio un vistazo a su madre, la cual estaba en silla de ruedas, durmiendo con la televisión prendida.

Su rostro nunca estaba sereno. Su progenitora estaba en esa condición desde hace un par de años.

Observó también una pequeña nota. Era de la enfermera, quien se retiró temprano, a causa de un ataque de nervios. Que remedio, a su madre las cuidadoras siempre solían dejarla.

—¿Mamá?— susurró la joven.

—¿Qué pasa?— respondió bruscamente— ¡Odio despertarme y lo sabes! .— atacó de inmediato la mujer.

—¿Le has hecho algo a la enfermera?

—Nada… no he dicho nada que sea mentira.

La chica decidió ignorarla como todos los días.

Pero su madre parecía tener otros planes.

—Deberías darme de comer.

—¿Qué es lo…?

—¡No me des nada mejor!— la mujer lucía histérica— siempre has sido una molestia ambulante.— dio vuelta su silla.— me voy a mi pieza.

Y Sade no entendió porque aquel dialogo le quemó el alma por dentro. Estaba acostumbrada a los arrebatos de ira de parte de su progenitora.

Se dio la media vuelta, dispuesta a marcharse. Logró escuchar una replica de parte de ella, pero Sade no se amedrentó. Cerró la puerta con furia y decisión.

Comenzó a dar vueltas por la gran ciudad. No sabía hacia donde la dirigían sus pasos, pero verdaderamente no le importaba.

Estaba harta. De la ira de su madre. Que esta supiera precisamente como romperle lo poco y nada que le quedaba de corazón. ¿Acaso las madres no están hechas para amarte?

Pero no. La suya estaba programa para lanzar dardos venenosos. Siempre a la defensiva, dispuesta a dejarla hecha un guiñapo llorando en el rincón de su pieza. Mordiéndose los labios para seguir derramando lagrimas. Y cuando la dejaba en ese lastimero estado, ella decía que era por su bien. Sonreía y se alejaba de su lado.

Cuando su mamá quedo lisiada, la joven no supo como reaccionar. Aunque por dentro una risa, demente y locuaz quiso salir disparada, tan solo atinó a quedarse de pie, silenciosa y discreta.

Debido a lo costoso del tratamiento, su padre había cambiado a un trabajo donde tenía que viajar constantemente. Y cada vez que volvía su cariño se desbordaba en ella, en la madre en silla de ruedas. Siempre para ella, para la luz de sus ojos.

Y sin proponérselo estaba llorando de nuevo como una cría.

—¡Sade!

Esa voz la detuvo en medio de la acera.

—¡Qué haces por estos lugares tan tarde! ¡Estaba preocupado por ti!

Rafael. ¿Quién más? ¿Acaso a alguien, aparte de él, le importaba si estaba a salvo?

—¿Cómo me encontraste?

—Llamé a tu casa… nadie me contestó. Y yo pues…— tragó saliva nuevamente avergonzado.

—Rafael.

Él se sorprendió. Era la primera vez que decía su nombre de esa manera, como si por dentro algo estuviese roto, irremediablemente dañado.

—Dime

Besame.

El joven la miró extrañado. Sade le sostuvo la mirada, casi como si quisiera hechizarlo con sus oscuros ojos. Rafael sin quererlo tomó el mentón de la chica, para besarla con libertad. La chica se aferró a este gesto, devolviéndolo como nunca antes lo hizo. Tenía tanto que olvidar, tantas ganas de sentirse querida. Bajó sus barreras por ese pequeño instante, para sentir algo de la calidez que emanaba Rafael.

Se arrepintió. Nuevamente su naturaleza despertó de esa ensoñación. Ella no estaba hecha para querer a nadie en este mundo. Ni sus padres la habían querido alguna vez, era ilógico pretender que un ser así, podía ser amado y a la vez amar a alguien… bueno a Rafael en este caso.

Empujó al chico con fuerzas. Él la miró confundido.

—No me ames. Porque soy incompleta. No lo hagas… no te conviene.— fue la respuesta ante la mirada perdida de Rafael.

Se retiró en silencio. Hacia su casa, sin ganas de mirar a su madre otra vez.

Continuará.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Soy

No puedo dejar de escribir, aunque cuando lo haga sea una brújula sin dirección y sentido, apuntando al vació mas próximo. Pero prefiero ser eso, a sencillamente no ser nada.

martes, 6 de septiembre de 2011

Técnica

Técnica

“Y el solo piensa en comer, su fruta prohibida”

Habían vuelto algo cansados de su paseo por el muelle. A Sade le encantaba el mar, siempre cautiva por su color turquesa y su sensación de infinito. “Me alegra saber que existen cosas que no se acaban” había dicho, mas que para sí misma que para Rafael.

Estaban enfrente del pórtico de la casa del joven.

—¿Quieres…?— intentó modular Rafael, nuevamente ruborizado.

Pero Sade no terminó la frase. Sacó las llaves del pantalón del chico, entrando con soltura a su hogar. Como si fuera un gesto de años, y no de segundos antes.

Él intentó no reírse de esa actitud. Es que con ella, todo era tan excitante, tan nuevo y maravilloso.

—¡Vaya! Tu casa es grande— comentó ella.— ¿está arriba tu habitación?

Rafael asintió callado, desde el exterior. Entró a su casa, cerrando la puerta tras de si. Revisó por todos lados pero al parecer, su madre aun no llegaba del trabajo.

Subiendo por las escaleras, el chico siguió los pasos de ella. La encontró revisando su pieza con bastante curiosidad. Se apoyó en el dintel, esperando a que la chica notara su presencia. Sade se percató, dándose la vuelta sin sentirse para nada avergonzada.

—¿Eres así con todo el mundo?

—No— respondió ella.— Nunca había entrado en las habitaciones con quienes salgo. Es una manía.

“Eso significaba acaso… que esto no era algo” pensó Rafael preocupado. Ella lo observó, sonriendo de buena gana.

—Me siento segura contigo—dijo— extrañamente segura.

Él la abrazó por la cintura. Cerró los ojos y deposito suavemente un beso en la clara mejilla de Sade. Acto seguido se arrepintió de su "proeza".

—Y eso es... ¿todo?

Rafael abrió los ojos, visiblemente avergonzado. Carecía de todo tipo de experiencia, tanto amorosa como física. Para ser honor a la verdad, lo más cercano a una atracción, aparte de esta fatalidad que sentía por Sade, fue un vistazo indecente mientras su mejor amiga se bañaba en su casa. Pero como siempre, se arrepintió a ultimo minuto, conformándose con esperarla en su pieza.

La chica de la mirada oscura volvió a sonreír. Es que los chicos como Rafael, según su experiencia no existían. Y era la primera vez que estaba contenta por equivocarse.

Una genial idea entonces cruzó por su cabeza.

El chico frunció el seño algo confundido. Aún así obedeció a Sade sin decirle nada.

Ella entonces se sentó de lado sobre las piernas de él. Rafael sintió de inmediato que se le aceleraba el pulso, comenzando a sentir un intenso carmín apoderarse de sus mejillas. Ella estaba feliz, adoraba tener el control y saberlo a su merced.

—Aprende bien— susurró quedando cara a cara con él— así se besa a una chica.

Depositó sus labios en los de Rafael. Él se quedó congelado, parecía que en cualquier momento el corazón le saldría por la garganta. Inseguro a pesar de ello, con sus dedos atrapó nuevamente la cintura de Sade.

Mientras tanto ella no conforme con un beso tan casto, movió sus labios esperando la reacción de este. Rafael entonces, al fin comprendió lo que debía hacer. Siguió el lento pero profundo ritmo del beso que Sade le estaba enseñando.

Ella elevó la pasión de sus movimientos, convirtiéndolo en un beso cargado de lujuria. Él se rindió, alejándose de ella por la falta de aire.

—Has resistido bien al primer asalto— la joven volvió a sonreír— ¿qué tal?

Rafael se quedó estático, observándola fascinado. Nunca había vivido una experiencia tan excitante como esta. La cual estaba dispuesto a repetir mientras le quedase vida. Le sonrío copiandole ese gesto descarado característico de ella.

—Pues que la práctica hace al maestro— la tomó del mentón besándola de nuevo.

Continuará

martes, 30 de agosto de 2011

Pecar

Yo por ti haría lo que fuese. ¿Acaso lo dudas? He cometido los crímenes más condenables solo por verte reír.

Aunque no sé si calificar lo nuestro como amor. Lo de nosotros era una oda al pecado, una alabanza para él.

Recuerdo claramente tu soberbia insostenible. Yo era un codicioso, para mí solo la idea de tenerte era motivo de orgullo. Sentía una ira incontenible al verte o imaginarte en brazos de otros.

Pero cuando me besaste… yo claramente lo convertí en un vicio.

Hicimos más que lujuria en la cama, porque era más que deseo. Era la enorme gula de comernos, una y otra vez sin detenernos para respirar.

Y ahora mientras duermes, me siento el ser más perezoso del mundo. Porque no saldría de aquí ni aunque mi vida dependiese de ello.

Mi pequeño diablillo. Aunque mi pecado sea adorarte quebrantando con ello todas las normas no me interesa. Feliz me largo al infierno, luego de haber hecho de ti el pecado más sabroso de todos.

domingo, 28 de agosto de 2011

Casualidad



Nota preliminar: Cuento pedido para un cumpleaños (El de Karen ^^) Aclaro que no tiene relación con ninguna historia ;D

Angélica salió del liceo hecha una fiera. Aún recordaba al idiota de Antonio, sonreírle con burla en la sala. Apretó los puños mientras se mordía la boca.

Sus amigos habían intentando calmarla en vano. Katte finalmente se rindió, saliendo hacia su clase avanzada, a la cual asistía todas las tardes. Se fue diciéndole a Ange, su mejor amiga, que olvidase lo ocurrido y dejase de tomarle importancia.

Por eso decidió ir a dar una vuelta por los alrededores. Mientras calmaba su respiración, con los tontos consejos de relajación que Katte le enseñó.

Pero no servía. Cada vez que cerraba los ojos, para pensar en un lugar que le trajese paz a su interior, el recuerdo la asaltaba. Cuando Antonio intentó besarla solo por un juego. Y eso solo provocaba mas rabia en su interior.

Angélica solo conocía una manera para desahogar la ira. Miró a todos lados, pero la calle parecía vacía. Aún así se sintió avergonzada, pero a la vez con la certeza que se calmaría al fin. Cerró los ojos, imaginó el rostro de él, la persona que tanto detestaba. Cerró el puño con fuerza y lanzó un puñetazo al aire con todo su enfado.

O al menos eso intentó. Porque el golpe fue a parar directamente a un chico. Quien demasiado distraído, salió de una tienda de víveres. Para su mala suerte, salió cuando Angélica estaba dispuesta a lanzar su golpe, con los ojos cerrados. Ambos estaban demasiado ensimismados como para percatase de la presencia del otro.

El desconocido calló sin golpe. Quedó de espaldas intentando recobrar el sentido. Ella se llevó las manos a la boca terriblemente avergonzada.

—¡Oh Dios mío!— chilló.

Como un gesto reflejo se arrodillo frente al pálido muchacho. Un poco de sangre salía de su nariz. Angélica rápidamente rompió su camiseta, para comenzar a limpiarle, sin saber mucho que hacer para reparar el daño.
El joven abrió los ojos. Eran de color miel intensos. Angélica pensó de inmediato que a lo mejor era buena persona. Luego sacudió la cabeza mientras decía.

—¿Me escuchas?— preguntó afligida.

En cambio Rafael, el nombre del muchacho que aún no podía pararse, observó con extrañeza a la chica que estaba a su lado. Era delgada, de piel morena y ojos chocolate. En su cara se reflejaba una enorme angustia.

—Tranquila…— balbuceó algo confundido— me encuentro bien.— he intentó sonreírle.

Angélica lo empujó con delicadeza en el suelo.

—Lo siento mucho. No pensé que alguien pasaría —explicó sin tomar aire.— aunque a decir verdad.
Rafael la irrumpió levantando su mano.

—Tampoco estaba muy atento al camino.

Se levantó intentando tranquilizar a la joven. Angélica se sorprendió de su pronta recuperación. Ella se levantó, con el trozo de tela en su mano.

—Déjame limpiar esto al menos— se aproximó avergonzada.

—Es la primera vez que me rompen la nariz— él parecía contento, y ella intentó no reírse— lo digo en serio. Debes ser la chica más fuerte que conozco.

—No me lo puedo creer— Angélica no pudo evitar sonreír— esperaba cualquier reacción menos esta. Dudaba incluso de quedar con mis papeles limpios. Te veía ya llamando a la policía. — Hizo el gesto de comillas con sus dedos— “la peligrosa chica que reparte golpes a diestra y siniestra”.

El joven se carcajeó divertido. Angélica revisó el improvisado pañuelo dándose cuenta que había parado de sangrar.

—Me llamo Rafael. Estudio por aquí cerca.

—Lo supuse. Este uniforme es bastante costoso. No sabía que había llegado tan lejos de donde vivo.— repuso preocupada por la lejanía.

—Te acompaño. Me sobra bastante tiempo.

—¿Cómo no sé que eres un peligroso psicópata?

—Aunque lo fuese, dudo representar un peligro para ti— señaló su nariz con burla. Ambos se rieron con alegría.

—Me llamo Angélica. Mucho gusto.

—¡Como los ángeles!

—No me lo recuerdes— dijo poniendo cara de fastidio.

Ambos siguieron el camino hacia la casa de la chica. Estuvieron conversando de variados temas. Ambos eran fanáticos empedernidos de juegos de video, temas paranormales y series de anime.

—Vives lejos.— comentó Rafael— ¿Cómo llegaste tan lejos?

—La verdad es que intentaba calmarme. No tuve un buen día.

—¿Cómo es eso?— preguntó interesado. Angélica suspiró.

—Pues tengo un compañero de clase que vive fastidiándome. Me comen los dedos por golpearlo, pero es novio de una amiga.— suspiró— no sé que hacer. Mis amigas me dicen que lo ignore. ¡Pero es tan idiota!

—¿Todo el tiempo te molesta?

—Todo el tiempo— recalcó la chica con pesar.

—Pues para mí debes gustarle— a Angélica se le deformó la cara al escuchar eso— no parece tener otra razón de peso para hacerlo. Si te odiara de veras, al menos intentaría ignorarte.

—Estás equivocado— repuso con convicción— una vez pudo besarme… pero…

Ella se quedó en silencio. Ahora que el enfado se había retirado, la pena la invadía cuando recordaba. Se sentía verdaderamente fatal cuando recordaba que su primer beso hubiese podido pasar… por una simple y absurda broma. Rafael la miró con cara de pregunta.

—Fue por un juego— se le cortó la voz— pero no lo hizo porque le gusta su novia. Aparte mírame— se señaló con el dedo— no soy la gran cosa.

—Yo no lo creo así. Pero recién te conozco. Aún así piensa lo que te dije. También es un tonto por herirte de esa manera. ¿Se ha disculpado por eso?

—Pues no

—Lo ves es un tonto.

—¿Y tú? ¿Tienes a alguna idiota rondandote?

—Ya quisiera yo— se río.— la chica que me gusta no sabe que existo. Ha estado involucrada con medio instituto. Pero yo no lo creo— comentó suspirando— no puede ser tan mala si es tan callada. Aparte no tiene cara de mentirosa.

—Eres una buena persona. Me pasa algo parecido con el chico que me gusta. Se llama Armando… pero cuando intento acercarme a él, me tiembla todo el cuerpo, me pongo roja…— se calló dándose cuenta de algo importante— y no sé porque te he contado todo esto— finalizó riendo.

—Yo tampoco sé porque te he hablado de Sade. Si así se llama— dijo respondiendo a la pregunta no dicha por Angélica.

—Que nombre tan extraño.

Estaban a punto de llegar a la casa de ella. Angélica se dio vuelta apenada.

—Llegamos. Fue un gusto conocerte Rafael.

—También el mío. Nos veremos de nuevo.

—Claro.

Antes de irse ella le dijo alegremente.

—Ha sido la mejor casualidad de la vida. Me alegra que no llamaras a la policía.

—Dicen que las casualidades no existen.
Y con esas palabras se despidieron. Con la esperanza de que nuevamente las casualidades los reencontraran.

jueves, 25 de agosto de 2011

Rubor


Un rubor debajo de la piel, casi sin querer, estamos en camino entre los espejismos

Sade resopló algo aburrida. Rafael sentado a su lado, totalmente ruborizado no sabía que decirle.

Él la había invitado a salir, para distraerse de toda la tensión que tenía con su mejor amiga. Y ella aceptó aunque realmente no esperaba nada de él.

Y en eso estaban. Sentados en una banca. Rafael intentando hablar de manera coherente, y Sade intentando no quedarse dormida.

—¡Oh vamos!— soltó la chica— cuéntame algo antes que me quede dormida.

—La verdad me gustaría preguntarte muchas cosas— soltó— pero realmente no sé si quiero saberlo.

—¿Hablas de lo que dicen? ¿Todo el mundo de mí?

El asintió en silencio.

—¿Lo crees?— preguntó Sade

—No

—¿Y es realmente importante saberlo?

—Si no fuese María quien me lo contase… no te estaría preguntando.

—¿Quién es ella?

—Mi mejor amiga. Es quien me ha apoyado en todo— dice con decisión.— Aunque no te crea, dice que estará conmigo. Y quiero saber al menos si valdrá la pena.

Sade lo observó fijamente.

—Para serte sincera esto no valdrá la pena— declara sencillamente— yo no te seré fiel… a lo más estoy contigo porque no eres tan cretino como el resto.

—¿Lo dices en serio?

—Claro. Para que negarte algo tan obvio.

—Me alegra oír eso.

Rafael se levantó de la banca. Sade lo observó en silencio. Era lógico que se retirase. No estaba dispuesto a pelear por una causa perdida.

—¿Vamos al muelle?

Y ella se quedo estática en el puesto.

—Pensé que…

—No eres tan mala como supones. De haberlo sido, me habrías mentido desde el principio. Y si eres sincera, significa que aún tengo oportunidad.

Sade se rió con ganas.

—Eres tan ingenuo como parece.

Se levantó de su puesto con alegría. Decidida tomó la mano que Rafael le ofrecía.

—Tan solo espero que recuerdes esto. Yo no cambio por nadie.

—Eso me gusta.

Se fueron caminando al muelle. Sade algo asombrada por el cambio y Rafael mas esperanzado que nunca.

lunes, 22 de agosto de 2011

María

Nota Preliminar: Las imágenes usadas en los personajes, no son mías. Espero algún día poder traerles los personajes "reales".

Nombre: María.

Edad: 17 años.

Estatura: 1.60

Peso: 58 Kgs.

Fecha de nacimiento: 18 de Junio.

Signo: Géminis.

Características físicas: Cabello castaño liso, con una chasquilla de tamaño regular. Ojos de un expresivo color verde y algo pequeños. Rostro de niña pequeña, rasgos muy finos y piel extremadamente blanca. Cuerpo sin curvas, mas parecida a un infante que a otra cosa. Similar a una enorme y bellísima muñeca fina.

Descripción sicológica: Chica de carácter suave y algo tímida. Su mayor sueño y obsesión es tener un pequeño taller de fotografía. Eso y casarse con el chico de cual está enamorada desde que tiene uso de razón. Algo lenta y no muy brillante, pero compensa todo eso con un espíritu bueno, amable y compasivo. Su frase favorita es: “No te preocupes por mí que yo te entiendo”. Le gusta cocinar pasteles, pasa mucho tiempo en casa haciendo labores domesticas. Cuando no está con Rafael, se le ve recorrer las calles con expresión soñadora, haciendo fotografías en sepia.

Rafael



Nota preliminar: No encontré ningún proyecto de Rafael que me gustará ¬¬. Así que pondré una acompañado xD. ¿quien es? Supongo que un intento de María (?)

Nombre: Rafael

Edad: 18 años:

Estatura: 1.70

Peso: 65 Kg.

Fecha de nacimiento: 20 de septiembre

Signo: Virgo

Características Físicas: cabello ondulado de color castaño, ojos de color miel grandes. Cuerpo fibroso aunque no haga deporte. De piel morena y sonrisa fácil. Voz que aún conserva un pequeño tono infantil.

Descripción sicológica: Chico de carácter sencillo y muy buena persona. Ama la naturaleza, el medio ambiente. Fiel seguidor y defensor de batallas perdidas de antemano, como es su amor por Sade. Totalmente ingenuo siempre espera lo mejor de la gente. Frase mas usada: “Yo sé que eres buena en el fondo”. Aun no saber nadar ni tiene un buen equilibrio es algo patoso. Amante de la tallarines, las pizzas y lasañas. Le gustan los videojuegos de rol, y colecciona consolas antiguas.

viernes, 19 de agosto de 2011

Sade




Nombre: Sade

Edad: 18 años

Estatura: 1.65


Peso: 60 kgs

Fecha de nacimiento: 5 de octubre

Signo: Escorpión

Características Físicas: Cabello espeso de color negro, ojos también oscuros de forma de almendra. Cuerpo mediano y con curvas suaves. Voz suave y piel blanca. Tiene un lunar en el hombro derecho y una mariposa oscura tatuada bajo el vientre.

Descripción Psicológica: Chica de carácter fuerte y sumida en su propio mundo. Amante del sarcasmo y de crear falsas esperanzas. Entre sus frases mas comunes está: “Si no te gusta, tienes dos opciones, o te aguantas o te largas. Que yo no cambio por nadie”.Le gustan los pasteles, odia las cosas saladas. Es alérgica al maní. Le gusta el cine antiguo, sobre todo si es en blanco y negro.

Proyectos e Información



¡Hola a todos! Vengo a dejar un pequeño resumen en lo que estoy trabajando actualmente:

Historias en proceso:

Formas Idiotas Para Amar

Esta es la historia entre Angélica y Antonio, más el mundo que los rodea. Quienes por azares del destino, terminan entretejiendo sus vidas, en una historia tan cómica como trágica. Ambos son demasiado idiotas como para aceptar lo mucho que se necesitan mutuamente.

Aparte de ellos se relata como el amor se va dando en todas las esferas cercanas. Tanto de hermanos como amigos.

Estado: En proceso… si aunque publique algo atrasada xD.

La Última Invocadora:

En un lugar remoto, la esperanza de libertad se ha perdido para siempre. No queda más que la aterradora guerra entre el Imperio y la Rebelión. Todos claman por los antiguos Invocadores y Protectores que mantenían el delicado equilibro. Más los últimos se han marchado para no retornar. Anabela, Esmeralda y Anthe tienen entre sus manos el destino para detener todo.

Estado: En proceso. Le falta bastante poco para ser terminada.

Entre Caníbales:

Rafael tenía su vida decidida y tranquila desde el momento en que nació. Era un ser correcto, idealista y un soñador extremista. Pero cuando conoció a la mujer de los ojos oscuros, cuyo nombre es Sade, supo que no había vivido absolutamente nada. Y quiso que esa mujer le enseñara a vivir… a cualquier costo

Estado: Recién empezando! Y por buen camino. No sé Sade se a transformado en uno de mis personajes favoritos xD

Historia en un punto sin retorno:

Lamento para aquellos que les guste Inevitable… pero voy a ser sincera. La verdad es que no sé como rayos escribir lo que deseo. Siento que no se expresa absolutamente nada de lo que quiero decir u_u. Pido disculpas para aquellos que la leían, pero no creo que la termine.

Historias en Tintero: (o sea próximamente xD)

Lo que sentimos: (Nota: Leer FIPA primero antes de comenzar con esta)

Pequeños relatos que nos acercan a la mente de aquellos que rodean a Angélica. Una manera más de conocer a Alejandra, Katte, Felipe y Antonio. A través de sus secretos, emociones y pensamientos que nunca se atrevieron a confesar. Pienso subirla apenas la termine.

Bruma:

Era hace algunos años, un pequeño poblado sencillo. Sus habitantes eran campesinos felices que solo le temían a una cosa. A la Niebla que traía la oscuridad, hambre y Caos. Por eso se han refugiado en las Altas Montañas… allí donde el Sol los abandona por solo pocas horas.

Esta va a ser algo más elaborada. Pienso hacerla de manera tal de poder crear un mundos y una historia sólida. Me costará algo más subirla pero téngame paciencia

Errantes:

¿Y si te dijera que luego de morir no hay nada? ¿qué piensan aquellos que se quedaron sin rumbo?

Somos lo que nos quedamos aferrados a la vida de manera inútil. Somos los que rondan en las sombras del pasado. Somos los que caminamos sin rumbo…

Para siempre errantes.

También será cortita. Y espero traerlas pronto también.

Como dato extra, estoy escribiendo fichas de los personajes. Si les atrae la idea puedo subir una que ya tengo lista después de esto.

Gracias por leer ;D

jueves, 18 de agosto de 2011

Declaro


Admito mi amor exagerado por los Cronopios, Famas y Esperanzas. Adoro el olor a canela que me inunda cuando leo a Cortazár, que me hace ver la vida mas bella.
Puedo creer en paquidermos multicolores y diminutos. Vuelo sobre mariposas Gigantes mono cromadas, sobre ríos de azafrán y leche con chocolate. Me fascina leer en tan caótico encanto, estas palabras derramadas en el océano blanco.
Me declaro delirante adicta al mundo creado a base de locura, letras y candor

miércoles, 17 de agosto de 2011

Quiebre


Ella usó mi cabeza como un revólver, e incendió mi conciencia con sus demonios

María llegó a la casa de Rafael, con sus manos repletas de libros. El chico la había llamado para estudiar juntos. Estaba contenta por ello, ya que Rafael había estado algo distante estas últimas semanas. Quizá ahora había recapacitado y su relación podría volver a como era antes.

Con algo de dificultad, tocó el timbre y esperó.

—¡Voy!— se escuchó desde el segundo piso.

—¡Hola María!— saludó cuando le abrió la puerta.

—Hola— sonrió con dulzura.

Ambos subieron a la habitación del chico. Esta era de paredes azules, adornado con algunos posters de videojuegos, música y deportes. Una repisa guardaba unos pocos libros, bajo este estaba el escritorio donde se encontraba el computador.

La chica se sentó en el borde de la cama, observando su alrededor con alegría. No sabía cuanto había extrañado la compañía de Rafael. Este llevó la silla de su escritorio para quedar enfrente de María, sus ojos miel estaban cargados de preocupación.

—¿Qué sucede?— ella tomó sus manos intranquila.

—Pues no sé por donde comenzar.

Rafael tomó con fuerzas los dedos de la chica. Ella se ruborizó.

—¿Tú siempre serás mi amiga?

—¡Claro!

—¿Pase lo que pase?— preguntó mirándola a los ojos.

Un súbito presentimiento se coló en el pecho de María.

—¿Se trata de Sade verdad?

Él no le respondió. La chica soltó sus dedos, parándose indignada.

—¿Qué? ¿Te has dado cuenta lo mala persona que es?

—¡No, eso no es!... y no hables de ella, tú no la conoces.

—¡Por favor Rafael!— contestó— ¡Sabes perfectamente que es verdad! ¡Esa chica se ha metido con medio instituto!

Él la miró con desprecio. María sintió que moría ante esa mirada fría.

—No hay caso de hablar contigo… pensé que me apoyarías. Pero lo único que sale de ti son críticas. Me has decepcionado profundamente.

—Rafael…— María lloró mientras intentaba hablar— solo no quiero.

—¿Qué? ¿Quieres protegerme de ser un idiota por confiar en ella? ¿Acaso crees que no sé eso?

Ella lo observó sorprendida. Él se asomo por la ventana con aire de tristeza. María se aproximó a él, tocándole el hombro con delicadeza.

—Lo siento— se excusó— la verdad es que…

¿Tenía sentido decirle lo que sentía por él ahora? ¿Qué estaba más enamorado que nunca de una chica que jamás lo valoraría como ella?

—Estaba muy preocupada.

—Descuida… lamento haber hecho tamaño escándalo.

—No te preocupes.

Y como una valiente María escuchó al chico contarle sobre todos sus problemas con Sade. Ella le dio sus mejores consejos, adornados con una falsa sonrisa.

—Lamento quitarte tanto tiempo— Rafael la miró apenado.

—No te preocupes… pero mejor me voy a mí casa.

Ella no permitió que él la acompañara a casa. María se fue pensando en que esa chica era el demonio mismo. Como bien le había contado su mejor amigo, no hablaba con confianza con él, no se abría y solo le decía cuanto lo hastiaba. Pero Rafael estaba convencido de poder cambiarla. “Nadie puede ser tan malo” y ella quiso responderle alguna tontería, pero para mantener la paz se quedó callada.

—Maldita…

Se fue pensando en insultos para ella, hasta que se acostó en su cama.

lunes, 15 de agosto de 2011

Real

“Ahí va la tempestad… ya parece un paisaje habitual”

Cuando se terminaron las clases, Sade se alejó por el camino, sin darle oportunidad de alcanzarla. Rafael tuvo el impulso de seguirla. Pero se contuvo no podía caer ante ella de esa manera… tan fácil. Suspiró y se dirigió a su casa.

Entre tanto Sade devoraba sin prisa un helado comprado por uno de sus tantos acompañantes.

—¿Cómo a estado tu semana?— preguntó él intentando establecer una conversación amena.

La chica arrugó el ceño.

—No me gustan los rodeos— señaló jugando con la crema— ¿Qué pretendes conmigo?

El chico no atinó a responderle. Entonces Sade decidió preguntarle algo que tenía atravesado en su mente.

—Tú tienes una novia— le tiró de sopetón, sin dudarlo.

—No pensé que supieras eso— contestó desviado la mirada.

Sade se enfadó. Sus sospechas sobre los hombres por lo general siempre eran ciertas. Ninguna era capaz de ir con la verdad por delante. Siempre tratándola como si fuera una tonta. Ella era distinta nunca ilusionaba a nadie, exponía sus defectos casi con orgullo: “Soy apática, me aburro con facilidad y no, no creo poder ser fiel, ni mucho menos quererte”

Algunos chicos corrían asustados por su sinceridad. Otros se quedaban, ansiosos de enamorarla, conquistarla y capturar su esencia, tan fría e indómita. Nadie lo conseguía porque Sade desde el primer beso comenzaba a despedirse.

Sus pensamientos volvieron a bajar a la tierra, cuando él tosió para llamar su atención.

—Lo siento nunca he sido la segunda, ni tengo material para ello.

Se levantó de su asiento dejando la copa casi intacta. Él se quedó sentado sin entenderla.

Recorrió con rapidez las cuadras que le faltaban para llegar a su casa, aún molesta por el tiempo perdido. Cuando llegó a su hogar una imagen la sorprendió. Era Rafael, apoyado en la reja de su casa, con expresión soñadora.

—¿Qué haces en mi casa?— comentó algo asustada.

Rafael le sonrió instintivamente.

—Hola Sade— saludó alegre.

—No me cambies el tema.

—Te esperaba— respondió sencillamente.

Ella se quedó en silencio durante algunos instantes. Luego le sonrió sarcástica.

—Pues llegué… ¿algo más?

Él se ruborizó por la intensidad de sus ojos negros. Sade se acercó mas a él, logrando ponerlo mucho mas nervioso de lo que estaba. Desvió la mirada y preguntó casi sin respirar:

—¿Estabas en una cita?

La joven se apoyó en la reja antes de contestar.

—Sí

Y él se entristeció. Quizá esperaba de alguna manera que las palabras de María fuesen una mentira. O tal vez esperaba una mentira piadosa de Sade.

—No te entiendo… hubiese jurado que…

Pero se contuvo, no tenía ganas de terminar esa frase.

Ella observó su expresión apenada. Y aunque nada le sacara de la cabeza, lo ingenuo y tonto que era por esperarla, a pesar de ello era sincero.

Lo tomó del brazo. Él se quedó inmóvil. Sade se acercó a su rostro, depositando un corto beso en la comisura de su boca.

—Gracias por esperarme— musitó ella entrando en su casa sin apuro.

Rafael se quedó inmóvil, tocando el lugar donde segundos antes estuvieron los labios de Sade. Ella lo observó desde la ventana de su cuarto, y le sonrió con ternura.

Ceguera



“El eclipse no fue parcial, y cegó nuestras miradas”

—¿Entonces…?

María pronunció esa frase con la voz llena de incredulidad. Era la mejor amiga de Rafael desde que era unos niños. Tenía el cabello castaño liso, con una chasquilla que no lograba ocultar sus ojos verdes.

—¿Te gusta Sade?— preguntó pronunciando el nombre de la chica con repulsión.— tú sabes perfectamente que se dice de ella.

El joven resopló aburrido.

—No puede ser verdad tanta tontería junta.

—Lo que sucede es que ella te ha cegado por completo.

María lo observó con franca molestia.

Se contaban tantas cosas sobre la joven. Pero cuando Rafael pensaba en ella solo lograba recordar la cadencia de su voz, su cabello largo de color azabache. La forma de sus labios, sus oscuros ojos de forma de almendra. Todo en ella lo atraía fatalmente. La química que desprendía el cuerpo de la chica, era magnética para él.

—Te digo que es cierto— el tono de María lo hizo caer de golpe en la realidad— pensabas en ella ¿verdad?

Rafael no le respondió. La chica no le volvió a hablar, cada vez mas ofendida. Sin intenciones de disculparse, él buscó a Sade con la mirada. Y la encontró sentada en su puesto mirando la ventana con aire distraído. Una chica tan tranquila no podía ser ni la mitad de peligrosa, debían ser simples mentiras.

Sonó la campana, y Rafael casi saltó de su puesto, dispuesto a hablarle. María rodó los ojos, pero le dejó que buscara a la chica sin decirle nada. A él su gesto de desaprobación no le importó.

Llegó a su lado, sentándose en el puesto vació a su lado. Sade no pareció notarlo hasta que él rompió el silencio:

—Hola…

Ella no se volteó. Continuó ignorándole como si nada.

—¿Sí?— contestó finalmente dedicándole una fria mirada.

Rafael no supo que decir. Estaba preparado para cualquier cosa, menos para la indiferencia de parte de ella.

—Yo… pensé— balbuceó sintiéndose idiota.

Ella lo miró, ahora directamente a los ojos miel del chico. Una discreta sonrisa se formó en sus carnosos labios.

—¿Tú piensas? Que buena broma.

—Pero… ayer…

—¿Puedes al menos acabar una frase? ¿Ayer qué?

—Nosotros…

La chica suspiró. Luego le dedicó una mirada llena de compasión.

—Esto no funciona así ¿sabes?— le explicó—las cosas pasan cuando yo quiero que sucedan.

Rafael la miró atónito.

—¿Y tú crees acaso que te seguiré tu tonto juego?— replico enfadado.

Sade eligió ese momento, para rozar sus blancos dedos sobre la pierna del muchacho. Un toque suave pero electrizante, que logró ruborizar al chico hasta lo impensado.

—Porque te encanto— replicó satisfecha.

Ella se alejó con paso victorioso. Y él se quedó inmóvil, sin saber en que pensar.

Decidió volver a su puesto, aunque aún tenía su mirada perdida.

Su mejor amiga también regresó del descanso. Ella observó el rostro de Rafael. Una sonrisa de satisfacción se formó en el rostro de María.

Ni siquiera tuvo que decirle te lo dije.

Nombre



“Solo una hora mas en silencio. El tiempo para firmar mi nombre en tu cuello”

Rafael siguió con su mirada miel pegada sobre el rostro de Sade. Ella le sonrió perversamente.

—¿Qué has hecho?— preguntó entre confundido y emocionado.

—Solo darte un beso en el cuello— devolvió ella con normalidad— ¿quieres que lo haga de nuevo?

Él se sintió emocionado ante esas palabras. Cerró los ojos suspirando, esperando con anhelo los labios de Sade. Pero ella se alejó de sus brazos, sentándose lejos. Cuando Rafael noto su ausencia abrió sus ojos tristemente.

—¿Qué pasó?— preguntó confundido.

—¿Creíste que lo haría?— soltó— el hecho de preguntarte, no significa que lo haga.

Él chico frunció el ceño.

—Eres…

—¿Rara?— lo interrumpió.

—Yo pensaba en única.

Sade se sorprendió ante sus palabras. Esperaba una reacción mucho mas violenta y apasionada. Pero él la contemplaba sonriendo sin malicia.

—Tú si eres raro— finalizó ella con burla.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Nunca



Anabela dejó a Esmeralda a distancia prudente del castillo de Victor. La joven maga la miró con miedo, pero encamino sus pasos con marcada decisión. Y la guerrera se apresuró a largarse en cuanto la perdió de vista.

Los recuerdos de su infancia la estaban acosando, en cuanto vio la torre desde lejos. Anabela se cubrió el rostro con las manos, tratando de tragarse el dolor que sentía cada vez que el pasado la atormentaba.

—No otra vez.

Se detuvo en un claro, cerca del campamento. Había recorrido en un par de horas, un camino que significaba muchos mas tiempo recorrerlo. Y es que cuando ella recordaba, todo a su alrededor perdía importancia. De la nada el cansancio de tamaña hazaña le llegó de golpe. Se sentó sobre el pasto que aún estaba húmedo por el rocío, decidida a no llorar por el recuerdo de su madre.

Cerró los ojos y comenzó a recordar.

De pequeña Anabela nunca conoció a su padre. En su mente su imagen estaba formado por las palabras de que su madre siempre le relató sobre él. Era un militar hecho y derecho, que aborrecía a la Rebelión, sumamente fiel a Víctor. Su padre murió en guerra, y como recompensa a sus años de servicio, fueron llevadas al castillo de Víctor para vivir allí.

Cuando pequeña Anabela se formó pelando con los soldados, soñando con el día en que podría ponerse el uniforme de su padre. Eso nunca sucedió.

Todo se vino abajo el día en que su madre apareció muerta, luego de que ella se fuera a entrenar por un par de días, la dejó en estado de shock durante un par de semanas. No se movió de su habitación, solo respirando buscando alguna respuesta por lo ocurrido. Luego algo hizo conexión en su cabeza, y recordó un viejo cuaderno que su madre siempre ocultaba debajo de la cama. Anabela agitó la cabeza, no valía la pena fisgonear en los recuerdos de su madre… pero ella anhelaba una respuesta más que cualquier cosa.

Buscó el dichoso cuaderno hasta que lo encontró. Estaba algo arrugado, húmedo y olía a tristeza. Quizá cuantas cosas ocultaba su madre detrás de su cara de felicidad estática. Comenzó a ojearlo, al principio avergonzada, pero después con profundo cariño. En las primeras páginas se relataba la sencilla vida de casados. Anabela sonrió, al parecer habían sido dichosos el corto tiempo que estuvieron juntos. Y después todo se había perdido. Su madre relataba en las últimas páginas lo siguiente.

“Y todo se ha perdido. De la nada casi como un absurdo presagio. Le dije que no fuera al frente de esa batalla, le supliqué porque no fuera a morir inútilmente. Pero mi esposo no me escuchó, y argumentó lo de siempre. Que era su deber antes que cualquier otra cosa. Nada le pasaría. Víctor iría con ellos y sin importar el número ellos ganarían.

Siempre supe que no volvería. Quizá debí guardar todas mis cosas y partir lejos con Anabela, a donde el odio aún no se conociera, donde pudiésemos ser libres y no tener el deber de morir por otros.

Pero me esta batalla me la ganó el dolor, el odio y finalmente el miedo me derrotó. Odio a el emperador con todas mis fuerzas… pero eso no aliviará para nada el vació que ha dejado la partida de él…

Dejo de escribir porque la esperanza se ha esfumado por completo. Soy una derrotada por la injusticia, y ruego a Dios que la Rebelión gane esta absurda Guerra que tantos se ha llevado a la tumba por nada. “

Anabela cerró de un golpe el diario. Por supuesto ahora todo quedaba muy claro. Su padre había sido mandado a morir.

Y todas las palabras de Víctor, todo lo que sus secuaces declamaban a su favor, se convirtió en nada, esfumándose dejando un residuo contaminante dentro de la mente de la joven. No supo como pero de repente estaba afuera del castillo, masacrando a todos los soldados que se atrevieron a detenerla. La espada doble herencia de su padre, demostraba tener tanto filo como en los viejos tiempos.

Abrió los ojos. Aún recordaba la carnicería salvaje, con la cual se transformó en el enemigo mas reconocido del Imperio. Tocó con los dedos el césped para luego estrujarlo con fiereza.

Entonces comprendió del todo su rol en este juego. Ella nunca sería el héroe que llevaría a la Rebelión a la victoria. Porque los héroes luchan sin una razón, y ella estaba corrompida por el odio. Ella sería idéntica a Victor en todos los sentidos, porque solo alguien igual a él podría detenerle.

Por eso Anabela nunca es ni sería un héroe. Ni en esta vida ni en ninguna otra.

sábado, 6 de agosto de 2011

Eco



La joven se arrojó sobre el pasto cerca de un lago. Sus ojos estaban empañados de lágrimas cristalinas. Estaba enferma, demasiado abrumada por todo lo ocurrido.

Se arrojo al suelo de espaldas, mirando el cielo el cual estaba oscureciendo. Puso su brazo sobre su rostro, aguantando firmemente las ganas de llorar.

De repente el sonido de pisadas la alertó. Anthe permaneció recostada en el suelo, intentando pensar en como escapar, de quien fuera que intentaba acercársele.

Anthe se paró rápidamente. Miró a una esquina donde unos matorrales se movían. Se aproximo aunque no tenía con que defenderse.

—¡Quien está!— gritó mientras se asomaba…. Solo eran un par de ardillas que correteaban en busca de alimento. Suspiró algo mas tranquila.

Y entonces al darse la vuelta lo vio. Era un muchacho de complexión fuerte. Vestía una armadura sencilla, portaba una espada que lucía pesada. Su hombro estaba herido.

—¿Qué haces aquí?— le reprochó en voz alta.

La joven siguió observándolo algo perdida.

—Yo… llegué aquí. Más por mala suerte que otra cosa.

El muchacho frunció el ceño. Y ella escuchó claramente en su mente. Mientes, eres igual al resto. Se aproximó con claras intenciones de atacarla.

—¡Digo la verdad!— chilló algo asustada, cubriéndose la cara con las manos.

De la impresión, el joven detuvo su mano en la empuñadura de su espada. Observó los orbes claros de Anthe. Ella lucía a punto de ponerse a llorar.

“Imposible” pensó Alexander.

Ella lo observó, algo extrañada. Nuevamente un extraño eco había resonado en su mente. Una vaga palabra que aun se sentía en su mente.

—Como sea… yo— balbuceó aún nerviosa— me marcho. Dándose la media vuelta dispuesta a huir mientras pudiese.

—Te buscan… ¿o me equivoco?— habló el joven.

Lívida Anthe detuvo sus pasos.

—No solo te busca el Imperio— siguió hablando— también la Rebelión de la Rosa Roja.

Y la joven sentía que se desmayaba.

—¿Cómo… puedes saberlo?— continuó mirando a sus ojos claros.

—Que tonta eres. Si eres fugitiva no deberías contárselo a medio mundo.

El rubor subió rápidamente a las mejillas de Anthe. Cruzó sus brazos en un claro signo de protesta.

—Sígueme— le espetó el extraño.

—¿Seguirte? — Repitió enfadada — ¿Realmente me crees tan tonta de hacer eso?

Él sonrió sarcástico.

—No durarás ni un día sola. Y eso lo sabes.

Ella quiso responderle. Pero lamentablemente el desconocido tenía toda la razón.

—¿Cómo te llamas?

—Alexander.

Siguió caminando recto por entre los árboles. Anthe dudó por un segundo de seguirlo, pero pronto comprendió que estaba perdida.

Para bien o para mal tenía que seguirlo. Así que lo hizo.

viernes, 5 de agosto de 2011



Sabes a mañana con leche de chocolate. Tienes el aroma de los cuentos recién dichos. Sabes a primavera, a juventud eterna. Te pierdes entre el rocío de mis propias plegarias. Para reaparecer en mis mejores sueños.
Despierto contenta de saber que no solo existes en mi delirio, sino que estás a mí lado, al alcance de mis dedos ansiosos que siempre quieren tocarte.

jueves, 4 de agosto de 2011

Zoom


“Quiero un zoom anatómico”

Rafael estaba de lado en su puesto. Su cabello era de color oscuro, algo desordenado. Sus ojos eran de color castaño. Era un ser simple sin nada que lo hiciera sobresalir de la multitud. Pero a pesar de eso, Sade no podía dejar de mirarlo en silencio. Con su mirada oscura mientras devoraba una manzana con lentitud.

Él se percató de la intensidad de su mirada. Se sobresaltó cuando la miró al rostro y ella ni siquiera se inmutó.

Parecía decir: si te estoy mirando ¿Y? con ese gesto, él se sintió culpable, aunque no fuese cierto. Se ruborizó desviando la mirada hacia sus pies.

Y Sade se sonrió con malicia.

—Ahora me gustas mucho más.