lunes, 15 de agosto de 2011

Ceguera



“El eclipse no fue parcial, y cegó nuestras miradas”

—¿Entonces…?

María pronunció esa frase con la voz llena de incredulidad. Era la mejor amiga de Rafael desde que era unos niños. Tenía el cabello castaño liso, con una chasquilla que no lograba ocultar sus ojos verdes.

—¿Te gusta Sade?— preguntó pronunciando el nombre de la chica con repulsión.— tú sabes perfectamente que se dice de ella.

El joven resopló aburrido.

—No puede ser verdad tanta tontería junta.

—Lo que sucede es que ella te ha cegado por completo.

María lo observó con franca molestia.

Se contaban tantas cosas sobre la joven. Pero cuando Rafael pensaba en ella solo lograba recordar la cadencia de su voz, su cabello largo de color azabache. La forma de sus labios, sus oscuros ojos de forma de almendra. Todo en ella lo atraía fatalmente. La química que desprendía el cuerpo de la chica, era magnética para él.

—Te digo que es cierto— el tono de María lo hizo caer de golpe en la realidad— pensabas en ella ¿verdad?

Rafael no le respondió. La chica no le volvió a hablar, cada vez mas ofendida. Sin intenciones de disculparse, él buscó a Sade con la mirada. Y la encontró sentada en su puesto mirando la ventana con aire distraído. Una chica tan tranquila no podía ser ni la mitad de peligrosa, debían ser simples mentiras.

Sonó la campana, y Rafael casi saltó de su puesto, dispuesto a hablarle. María rodó los ojos, pero le dejó que buscara a la chica sin decirle nada. A él su gesto de desaprobación no le importó.

Llegó a su lado, sentándose en el puesto vació a su lado. Sade no pareció notarlo hasta que él rompió el silencio:

—Hola…

Ella no se volteó. Continuó ignorándole como si nada.

—¿Sí?— contestó finalmente dedicándole una fria mirada.

Rafael no supo que decir. Estaba preparado para cualquier cosa, menos para la indiferencia de parte de ella.

—Yo… pensé— balbuceó sintiéndose idiota.

Ella lo miró, ahora directamente a los ojos miel del chico. Una discreta sonrisa se formó en sus carnosos labios.

—¿Tú piensas? Que buena broma.

—Pero… ayer…

—¿Puedes al menos acabar una frase? ¿Ayer qué?

—Nosotros…

La chica suspiró. Luego le dedicó una mirada llena de compasión.

—Esto no funciona así ¿sabes?— le explicó—las cosas pasan cuando yo quiero que sucedan.

Rafael la miró atónito.

—¿Y tú crees acaso que te seguiré tu tonto juego?— replico enfadado.

Sade eligió ese momento, para rozar sus blancos dedos sobre la pierna del muchacho. Un toque suave pero electrizante, que logró ruborizar al chico hasta lo impensado.

—Porque te encanto— replicó satisfecha.

Ella se alejó con paso victorioso. Y él se quedó inmóvil, sin saber en que pensar.

Decidió volver a su puesto, aunque aún tenía su mirada perdida.

Su mejor amiga también regresó del descanso. Ella observó el rostro de Rafael. Una sonrisa de satisfacción se formó en el rostro de María.

Ni siquiera tuvo que decirle te lo dije.

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