viernes, 28 de enero de 2011

Sombras

Mientras caminaban juntos por la calle, el niño nuevamente comenzó a sentir miedo. Miedo de que las sombras los siguieran, de que los mounstros aparecieran. Sabían que solo eran producto de su mente infantil, pero cuando aparecían solían ser tan reales que le ocasionaban ganas de gritar como un demente. Aparte ¿él no era un desquiciado… verdad?

En un intento desesperado porque sus visiones no volvieran, cerró los ojos con fuerza inusitada, esperando que las sombras se retiraran por donde fuera que hubiesen llegado.

Cuando despegó sus parpados, ninguna figura amenazadora los perseguía. Aliviado quiso mirar el rostro de su madre, para dedicarle una sonrisa de felicidad… pero esta se desfiguro al instante y nada pudo detener el grito espeluznante que brotó de su garganta.

Su madre había desaparecido. Junto a las pesadillas de su infancia.

lunes, 24 de enero de 2011

Flores









Ella se paseaba frente al enorme jardín de rosas que plantaba frente a su casa. Las regaba con ahínco, cuando él pasó a su lado.

—¡Vaya! ¡Son realmente bellísimas!

La joven se sorprendió por el comentario. Había cuidado de ese jardín durante tantos años, más nunca le habían halgado por eso.

—¿Dije algo malo?— el extraño parecía preocupado.

—No es eso— se disculpó ella. — hacía tiempo que nadie les dirigía atención a estas plantas.

Viendo la cara del extraño, quien no osaba a creer sus palabras, la joven le relató el significado de aquellas flores.

—Verás… mi prometido siempre me dijo que era una excelente florista. Él un día se marchó para encontrarnos un mejor futuro. Entonces le prometí que cuando regresara le tendría un enorme campo, solo para sus ojos.

Pero él nunca regreso. Supe después que estaba casado con alguien más.

El viajero miró el semblante de la joven. Nada en su cara delataba tristeza alguna.

—Entiendo… ¿Y tú nunca…?

—¿Quise destruir estas flores? Para nada, las rosas no tienen la culpa que él fuese un idiota conmigo. Verás aunque le haya dicho que las plantaba por él… esto siempre se trató de mí. De lo que amo hacer— siguió diciendo mientras contemplaba su jardín— adoro cada rosa que hay sobre esta tierra. Es algo complicado pero ¿sabes? Me hace feliz. Y eso a final de cuentas, fue mucho más provechoso que esperarlo en vano sin hacer nada.

—Pues me alegro por ti— sonrió él— permitidme felicitarte de nuevo.

—No hace falta— murmuró apenada

El viajero le sonrió con ternura.

—Esas felicitaciones eran para ti.

viernes, 21 de enero de 2011

Sala de espera


Mientras se queman las horas, como quien deshoja margarita.
-¿Me quieres? ¿No me quieres?
Ejercicio inútil en contra de la angustia, el no saber y no querer pensar.
¿Sirve de algo esa vieja revista que nadie leyó? Por supuesto que no. Es sólo parte de la estúpida decoración minimalista del lugar.
Y sólo escribo por hacerlo. Respiro por inercia y pestañeo por costumbre.
Sólo sé que aún te espero, no sé por cuántas primaveras.

sábado, 15 de enero de 2011

Perdida

—¿Ah?
El celular vibró dentro de mí bolsillo. Sin mucho entusiasmo lo saqué y vi el numero en la pantalla.
—Imposible.
Siguió moviéndose, como un pez que quiere resbalar de mis nerviosos dedos. Demasiado irreal, doloroso e idiota como para ser verdad. tú no podías estar llamándome a estas alturas.
No corté tu llamado, mas tampoco pensaba responderle. Tan solo deje que el momento se inundara de mi mente, imaginándome miles de tonterías, cientos de ilusiones bobas, millones de sueños estúpidos.
Por supuesto, el momento no duró lo que deseaba. Mas temprano que tarde se marcaba en pantalla: Llamada perdida.
—Creo que es hora de cambiar de teléfono.— Me dije

Musa



















Hoy tenía ganas de escribir. Más la hoja en frente de mis ojos seguía inmaculada.
Recordé entonces a estas musas. Algo aburrida, busqué en Google su significado.
“En la mitología griega las Musas (en griego antiguo Μοῦσαι Mousai) eran, según los escritores más antiguos, las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones posteriores, divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía, así como las artes y las ciencias.”
Quizá alguna de ella pudiese ayudarme. Con toda la paciencia comencé a llamarla con el pensamiento, hasta que una figura apareció a mi lado.
No, nada de larga túnica, ni mirada de ensueño.
Absolutamente nada de cabellos sueltos y sonrisa abundante. Una mujer vestida de riguroso traje negro, con un blacberry en mano, más un auricular en mano apareció a mi lado.
Realizó un gesto con su mano, mientras colgaba el celular para luego mirarme y decirme
—¡Hola! ¿Cuánto tiempo requieres? Tengo muchos packs…
Siguió con su jerga, totalmente autómata cual vendedora de seguros, la cual casi nada comprendí. La miré extrañada y solo atiné a preguntar.
—¿Desde cuando…?
—¿Nos vestimos así? Reglas de la empresa
—¿Nos? —repetí como una tonta.
—Por supuesto. ¿O acaso crees que yo sola daría abasto con tanta cosa?
Siempre hay alguien que nos requiere. Sea un fic, un concurso, una idea siempre nos necesitan a nosotras para el primer impulso. Claro siempre que puedas pagarlo. —Al ver mi cara de espanto, exclamó — ¿alguna pregunta?
Tenía millones. La mujer siguió en pie, luego su celular volvió a timbrar.
—¿Me disculpas? —No escuchó mi respuesta, llegó y atendió— ¿Si? ¡¿Él!? ¡Claro voy para allá!
Saco de su cartera, un papel que pegó en mi ya aturdida cabeza, gracias al reflejo del pc pude ver que una cosa amarilla colgaba de mi frente.
Luego con un gesto automático soltó:
—Lo siento, la persona del Nóbel pidió una junta. Te dejó eso espero te ayude. ¡Animo! —Levantó sus pulgares y se fue.
Apenas se fue despegué el papel de mi cara.
Este decía:
“Valido por cinco minutos de inspiración”

Reflejo roto
















¿Cómo te explico que sucede ahora?
Si es verdad, te cité con este único fin. Por fin te diría todo lo que aguanté durante tanto tiempo, diciéndote que no podía quererte bajo estas condiciones… y todo se fue a la mierda cuando de nuevo me perdí en tu mirar.
Mas ahora tomo aire y solo observo con morboso detalles, tus hermosos ojos claros.
Al mirarte, solo recuerdo lo mucho que me gustaba ver el mundo reflejado en tus ojos, donde veía la calidez de tu alma… donde yo parecía ser lo más importante.
Hoy ya no es así, ahora no es más que una especie de burla de antaño. Todo luce resquebrajado, sucio y frío. ¿Dónde están nuestros sueños? ¿Y tu calidez?... yo solo veo mi reflejo roto.
— Creo que…
Me detengo, tengo esa vaga, pequeña y estúpida esperanza que me detendrás, diciéndome todo lo que sientes hacia mí. En ese pequeño segundo, toda una escena rosa se desliza por mi mirada casi vacía… y se desvanece en un pestañeo, porque tú sigues inmóvil, callado y lejano, demasiado lejano para mí.
¿Por qué no lo dices? Es solo una simple frase… no tienes idea de cuanto odio tu maldito orgullo en estos instantes.
Entonces caigo en la realidad. Algo, ese sentimiento que pendía de un hilo, se deslizo en menos de lo que imaginé. Una especie de sonido, algo muy parecido a cuando se resquebraja un vidrio, se sintió recorrer todo mi cuerpo… y mi corazón se transforma en un lugar, lleno de vidrios rotos.
Y sé que no tienes las agallas para encargarte de mi dolor… porque tampoco las tuviste para entender mi amor.
— Lo mejor es que te quedes con ella… no conmigo— susurré a duras penas.
Digo estas palabras en un vano esfuerzo, en la idiota esperanza que tu mirada cambie.
Para que reacciones, tomes aire y digas con muchas fuerzas: Te necesito.
Solo esa frase quiero escuchar, ya no necesito un te amo… dilo… por favor.
Nada de esto ocurre. Tan solo tus dedos largos recorren tu cabello castaño, y asientas en un silencio desolador.
Una sola lágrima corre por mi mejilla. Ahora tu mirada no es más que el reflejo de mi corazón destrozado.
Me doy media vuelta y tan solo me marcho, sin decirte adiós.
Fin

Cuento de Fantasía














Hace mucho tiempo, en un castillo flanqueado por miles de soldados, murallas y cañones, un hermoso príncipe vivía. Una solitaria doncella, era la única quien se encargaba de él, pero el príncipe jamás se dio cuenta de su presencia.
La doncella, la cual no era muy brillante que digamos, siempre pensó que él era una buena persona, lo dotó de cualidades que no existía, cayendo en el embrujo de sus propias palabras. Esperaba ansiosa, hasta el día que él la descubriera y vivieran juntos para siempre.
Pero esto nunca ocurrió. Como Hans Crinstian Anderson nunca nos quiso revelar, los príncipes no se casan con doncellas, se unen a princesas y no servidumbre.
El príncipe cumplió su destino, encontró a su princesa, dejando a la doncella y al castillo abandonado para siempre. Ella cuándo se percató de lo sucedido, aceptó su destino de criada abandonada, encerrándose para siempre en aquel lugar.

Fin

Seis metros bajo Tierra
















Cuando chica le pregunté a mi mamá.
—¿Qué significa seis pies bajo tierra?
Ella me miró un poco raro, para después tomar un cuchillo y seguir triturando un pedazo de pollo.
—Solo es la profundidad con la cual deben ser enterradas las personas.
Quedé en shock durante algunos segundos. Nunca se me ocurrió pensar que los muertos debían ser enterrados en una profundidad específica.
—¿Y eso por qué?
Pero ella estaba demasiado ocupada cocinando.
—Ni idea... anda a jugar, me estorbas como siempre.
Metí las manos en los bolsillos. Me encaminé a la parte más profunda del patio, llena de las ideas más truculentas que se puedan imaginar.
Imaginé a un sepulturero, que desconocía esa norma, enterrándolo a poca distancia. Luego los familiares van a verlo, y la mano del muerto se asomaba por entre el césped.
La idea me pareció tan deliciosamente cómica, y también tan macabra que termine riéndome a la sombra del árbol.
Fin

Nota: Decidí subir mis relatos cortos en distintas entradas, solo eso ;D

miércoles, 12 de enero de 2011

Apuesta
















Dos pastillas, tres pastillas, cuatro pastillas.
Todo da vueltas por tu cabeza. Los mudos espectadores te ven, entre asombrados, admirados y algo asustados por tu increíble valor.
—Otra más— y terminas tirándola sobre la mesa de apuestas.
El hombre de las apuestas no se inmuta. Solo recoje la otra pastillas y se limita a ponerla junto al montón.
—¿Subes la apuesta?— dice casi en tono desafiante.
—Por supuesto.
Otro puñado de pastillas multicolores cae de tus dedos sin miedo.
—Arroje el dado.
Y nuevamente indiferente frente a tu rostro de valiente estupidez, finalmente el dado cae sobre ese montón y muestra el numero.
—Ha perdido señorita— relata el desconocido con una discreta sonrisa en los labios.
—Es lo mismo para mí. El final da lo mismo.
Tomó todas las que pudo con su mano derecha. Miró a los presentes, que estaban allí de puro placer morboso. Su ultimo acto fue mirarlos con repugnancia a ellos y al hombre.
Sin dudarlo más, se tragó las pastillas en un acto de testarudez máxima.

Fin