miércoles, 10 de agosto de 2011

Nunca



Anabela dejó a Esmeralda a distancia prudente del castillo de Victor. La joven maga la miró con miedo, pero encamino sus pasos con marcada decisión. Y la guerrera se apresuró a largarse en cuanto la perdió de vista.

Los recuerdos de su infancia la estaban acosando, en cuanto vio la torre desde lejos. Anabela se cubrió el rostro con las manos, tratando de tragarse el dolor que sentía cada vez que el pasado la atormentaba.

—No otra vez.

Se detuvo en un claro, cerca del campamento. Había recorrido en un par de horas, un camino que significaba muchos mas tiempo recorrerlo. Y es que cuando ella recordaba, todo a su alrededor perdía importancia. De la nada el cansancio de tamaña hazaña le llegó de golpe. Se sentó sobre el pasto que aún estaba húmedo por el rocío, decidida a no llorar por el recuerdo de su madre.

Cerró los ojos y comenzó a recordar.

De pequeña Anabela nunca conoció a su padre. En su mente su imagen estaba formado por las palabras de que su madre siempre le relató sobre él. Era un militar hecho y derecho, que aborrecía a la Rebelión, sumamente fiel a Víctor. Su padre murió en guerra, y como recompensa a sus años de servicio, fueron llevadas al castillo de Víctor para vivir allí.

Cuando pequeña Anabela se formó pelando con los soldados, soñando con el día en que podría ponerse el uniforme de su padre. Eso nunca sucedió.

Todo se vino abajo el día en que su madre apareció muerta, luego de que ella se fuera a entrenar por un par de días, la dejó en estado de shock durante un par de semanas. No se movió de su habitación, solo respirando buscando alguna respuesta por lo ocurrido. Luego algo hizo conexión en su cabeza, y recordó un viejo cuaderno que su madre siempre ocultaba debajo de la cama. Anabela agitó la cabeza, no valía la pena fisgonear en los recuerdos de su madre… pero ella anhelaba una respuesta más que cualquier cosa.

Buscó el dichoso cuaderno hasta que lo encontró. Estaba algo arrugado, húmedo y olía a tristeza. Quizá cuantas cosas ocultaba su madre detrás de su cara de felicidad estática. Comenzó a ojearlo, al principio avergonzada, pero después con profundo cariño. En las primeras páginas se relataba la sencilla vida de casados. Anabela sonrió, al parecer habían sido dichosos el corto tiempo que estuvieron juntos. Y después todo se había perdido. Su madre relataba en las últimas páginas lo siguiente.

“Y todo se ha perdido. De la nada casi como un absurdo presagio. Le dije que no fuera al frente de esa batalla, le supliqué porque no fuera a morir inútilmente. Pero mi esposo no me escuchó, y argumentó lo de siempre. Que era su deber antes que cualquier otra cosa. Nada le pasaría. Víctor iría con ellos y sin importar el número ellos ganarían.

Siempre supe que no volvería. Quizá debí guardar todas mis cosas y partir lejos con Anabela, a donde el odio aún no se conociera, donde pudiésemos ser libres y no tener el deber de morir por otros.

Pero me esta batalla me la ganó el dolor, el odio y finalmente el miedo me derrotó. Odio a el emperador con todas mis fuerzas… pero eso no aliviará para nada el vació que ha dejado la partida de él…

Dejo de escribir porque la esperanza se ha esfumado por completo. Soy una derrotada por la injusticia, y ruego a Dios que la Rebelión gane esta absurda Guerra que tantos se ha llevado a la tumba por nada. “

Anabela cerró de un golpe el diario. Por supuesto ahora todo quedaba muy claro. Su padre había sido mandado a morir.

Y todas las palabras de Víctor, todo lo que sus secuaces declamaban a su favor, se convirtió en nada, esfumándose dejando un residuo contaminante dentro de la mente de la joven. No supo como pero de repente estaba afuera del castillo, masacrando a todos los soldados que se atrevieron a detenerla. La espada doble herencia de su padre, demostraba tener tanto filo como en los viejos tiempos.

Abrió los ojos. Aún recordaba la carnicería salvaje, con la cual se transformó en el enemigo mas reconocido del Imperio. Tocó con los dedos el césped para luego estrujarlo con fiereza.

Entonces comprendió del todo su rol en este juego. Ella nunca sería el héroe que llevaría a la Rebelión a la victoria. Porque los héroes luchan sin una razón, y ella estaba corrompida por el odio. Ella sería idéntica a Victor en todos los sentidos, porque solo alguien igual a él podría detenerle.

Por eso Anabela nunca es ni sería un héroe. Ni en esta vida ni en ninguna otra.

1 comentario:

  1. Precioso bebé, conocer parte del pasado de Anabela, de su corta estancia con su padre y los motivos que tenía para hacer frente a Victor liderando la rebelión...
    Cada vez te queda mas bkn la historia.
    Todo mi apoyo para ti preciosa!
    Te Amo

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