miércoles, 14 de septiembre de 2011

Arde


Préndanme fuego, mi carne quemada,

Mi carne quemada, es menos frágil.

Sade entró a su casa. Era un lugar bastante sencillo, constaba solo de dos pisos. Las paredes eran de un color rosa, odiado por ella desde que lo vio en el muestrario de pinturas.

Pero al fin de cuentas, ella no tenía ni voz ni voto en ese lugar. Suspiró dirigiéndose a su habitación. Antes de eso dio un vistazo a su madre, la cual estaba en silla de ruedas, durmiendo con la televisión prendida.

Su rostro nunca estaba sereno. Su progenitora estaba en esa condición desde hace un par de años.

Observó también una pequeña nota. Era de la enfermera, quien se retiró temprano, a causa de un ataque de nervios. Que remedio, a su madre las cuidadoras siempre solían dejarla.

—¿Mamá?— susurró la joven.

—¿Qué pasa?— respondió bruscamente— ¡Odio despertarme y lo sabes! .— atacó de inmediato la mujer.

—¿Le has hecho algo a la enfermera?

—Nada… no he dicho nada que sea mentira.

La chica decidió ignorarla como todos los días.

Pero su madre parecía tener otros planes.

—Deberías darme de comer.

—¿Qué es lo…?

—¡No me des nada mejor!— la mujer lucía histérica— siempre has sido una molestia ambulante.— dio vuelta su silla.— me voy a mi pieza.

Y Sade no entendió porque aquel dialogo le quemó el alma por dentro. Estaba acostumbrada a los arrebatos de ira de parte de su progenitora.

Se dio la media vuelta, dispuesta a marcharse. Logró escuchar una replica de parte de ella, pero Sade no se amedrentó. Cerró la puerta con furia y decisión.

Comenzó a dar vueltas por la gran ciudad. No sabía hacia donde la dirigían sus pasos, pero verdaderamente no le importaba.

Estaba harta. De la ira de su madre. Que esta supiera precisamente como romperle lo poco y nada que le quedaba de corazón. ¿Acaso las madres no están hechas para amarte?

Pero no. La suya estaba programa para lanzar dardos venenosos. Siempre a la defensiva, dispuesta a dejarla hecha un guiñapo llorando en el rincón de su pieza. Mordiéndose los labios para seguir derramando lagrimas. Y cuando la dejaba en ese lastimero estado, ella decía que era por su bien. Sonreía y se alejaba de su lado.

Cuando su mamá quedo lisiada, la joven no supo como reaccionar. Aunque por dentro una risa, demente y locuaz quiso salir disparada, tan solo atinó a quedarse de pie, silenciosa y discreta.

Debido a lo costoso del tratamiento, su padre había cambiado a un trabajo donde tenía que viajar constantemente. Y cada vez que volvía su cariño se desbordaba en ella, en la madre en silla de ruedas. Siempre para ella, para la luz de sus ojos.

Y sin proponérselo estaba llorando de nuevo como una cría.

—¡Sade!

Esa voz la detuvo en medio de la acera.

—¡Qué haces por estos lugares tan tarde! ¡Estaba preocupado por ti!

Rafael. ¿Quién más? ¿Acaso a alguien, aparte de él, le importaba si estaba a salvo?

—¿Cómo me encontraste?

—Llamé a tu casa… nadie me contestó. Y yo pues…— tragó saliva nuevamente avergonzado.

—Rafael.

Él se sorprendió. Era la primera vez que decía su nombre de esa manera, como si por dentro algo estuviese roto, irremediablemente dañado.

—Dime

Besame.

El joven la miró extrañado. Sade le sostuvo la mirada, casi como si quisiera hechizarlo con sus oscuros ojos. Rafael sin quererlo tomó el mentón de la chica, para besarla con libertad. La chica se aferró a este gesto, devolviéndolo como nunca antes lo hizo. Tenía tanto que olvidar, tantas ganas de sentirse querida. Bajó sus barreras por ese pequeño instante, para sentir algo de la calidez que emanaba Rafael.

Se arrepintió. Nuevamente su naturaleza despertó de esa ensoñación. Ella no estaba hecha para querer a nadie en este mundo. Ni sus padres la habían querido alguna vez, era ilógico pretender que un ser así, podía ser amado y a la vez amar a alguien… bueno a Rafael en este caso.

Empujó al chico con fuerzas. Él la miró confundido.

—No me ames. Porque soy incompleta. No lo hagas… no te conviene.— fue la respuesta ante la mirada perdida de Rafael.

Se retiró en silencio. Hacia su casa, sin ganas de mirar a su madre otra vez.

Continuará.

4 comentarios:

  1. Malditaaaaaaaaaaaa, te odio!.
    Te quedó super bien, me sorprendiste juraba que lo ibas a echar a perder en este capitulo pero no lo hiciste! xDDD
    Esperando con aun mas ganas el siguiente capitulo!

    Pd:la primera linea fue por que me dejaste llorando.
    Pd2: Te amo eternamente :D y jamás podría odiarte.

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  2. He quedado... Wow!

    Mabel, mis felicitaciones, me hiciste llorar gracias a la forma en como expresaste los sentimientos y la vida de Sade. La chica es dura, eso seguro. Espero leer más de ella pronto.

    Un beso, guapa!

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  3. Retiro lo dicho no la odio :(, aun que venia venir algo así :/

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  4. Mabel te odiooooo, como pudiste escribir eso T.T

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Si le gustó, me encantaría saberlo ^_^