Esmeralda se miró al espejo y suspiró cansinamente. Estaba aburrida de absolutamente todo lo que la rodeaba. De la guerra, del hambre y la desesperación.
Salió a caminar con paso que creyó seguro. Su largo pelo ensortijado de color negro, le permitía ocultar sus grandes ojos violetas. Vestía una túnica oscura de color granate, dirigiéndose a la cabaña de Anabela.
—¿Puedo pasar?— preguntó en voz baja. La puerta se abrió sin mucho ruido.
—¿qué quieres? —soltó molesta la guerrera.
La maga sentía envidia de ella. De su cuerpo formado, de sus manos fuertes y su voz imperiosa. Parecía hecha para pelear. Se preguntó si alguna vez había experimentado el miedo, la tristeza y angustia como ella.
Anabela no parecía tener corazón para ello.
—Pasaba a darte las… gracias. De no ser por ti…
—No fue por ti— gruño— si te reclutaba el Imperio, serías otro molesto mago a quien matar. No nos debes nada, puedes marcharte mientras mas pronto mejor.
—¡Por favor no! ¡Haré lo que quieras!— sus piernas temblaron de solo pensar en irse, afuera al mundo que la detestaba.
—Niñita eres débil— la tomó del brazo derecho— no serías capaz de manejar una espada ni aunque tu vida dependiese de ello.
Las lágrimas surcaron por el rostro de Esmeralda. Débil, eso era lo que siempre sería. Era demasiado cobarde como para luchar al lado del Imperio… o de la Rebelión. Tan solo era una inútil, desechable que nadie se atrevía a matar por lo mismo.
Anabela dio por finalizada la discusión. La soltó dejándola en el suelo de su hogar.
—Haré lo que sea—dijo la maga humillada.
Estaba decidida. Si vida no valía nada. Ponerse del lado de la Rebelión, ayudarlos para que otras personas tuviesen otra oportunidad… haría que su muerte no fuese tan inútil.
La guerrera se quedó en silencio. Movió su cabellera castaña, y luego se le iluminó el rostro.
—¿Estás dispuesta a cumplir tu palabra? No confió en gente como tú. Creo que estás conciente de ello.
Donde fuese Esmeralda sería detestada. Cuando los magos se unían a cualquiera de los dos bandos, estos le entregaban las armas para poder luchar, liberando su poder mágico. Un mago sin poderes era igual a un cobarde, un exiliado de ambos grupos. Si tenía suerte podía vagar por siempre, o si era atrapado por el Imperio, tenía dos opciones: luchar a su lado o morir.
Entonces asintió firmado así una sentencia mucho peor que la muerte.
Anabela sonrió de forma maquiavélica.
—Sígueme.
Me encanta como creas pequeños mundos en tus relatos.
ResponderEliminarTengo una -gran- debilidad por este tipo de relatos, tan fantásticos. Así que, da por hecho que amé este xD
Amor!, me sorprendiste, cambiaste mi forma de ver a Anabela O.O, y por su puesto también la de Esmeralda, juraba que la harías con un carácter mas fuerte...
ResponderEliminarme intrigas como siempre, te amo y espero tu siguiente pedacito de esta historia.
Te Amo, millones de Besos ^^
También me imaginaba a Esmeralda más ruda y fuerte, me sorprendió descubrir que no era así :/
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