lunes, 10 de diciembre de 2012

Deseo

Él de nuevo estaba luchando en contra de ese... arrebatador, casi quemante deseo que le recorría las venas. Se pasó las manos por el cabello castaño, como siempre hacía, en un ritual idiota por calmar sus pensamientos. Subió la mirada, para encontrarse con el dintel de la puerta de su sala.
No sabía como demonios había llegado tan temprano. Y como si no bastase con eso, la sala no estaba vacía.
Angélica estaba allí, sentada en su puesto. Con los audífonos puestos, su lápiz en la mano derecha, escribiendo como si la vida se le fuera en ese gesto. De manera distraída, se corrió el mechón de la cara, cruzando sus piernas mientras tarareaba una canción.
"Mierda" pensó él sin poderlo remediar. Otra subida de adrenalina lo traicionó. Porque solo estaba ella, no pasaba un alma por esos parajes. Era demasiado temprano para toda la gente.
Y Antonio los odió. O tal vez lo intentó, en otro intento ridículo de zafarse de sus propios pensamientos.
El problema de él era sencillo, deseaba a Angélica desde hace tanto tiempo. Y ahora era peor, porque había sido tres días donde había soñado salvajemente con ella.
Así de simple, así de complejo. Habían sido noches llenas de su piel, su aroma y su risa. Aunque fuesen una deliciosa mentira. Para Antonio ahora verla sola, desprevenida era como una bofetada a su ego.
Recordó que uno de sus sueños había comenzado exactamente así. Tragó saliva pero no pudo evitar recordar aquellas imágenes indecentes rondarles la cabeza.
—¿Y a ti?— lo irrumpió ella— ¿te sucede algo?.— preguntó entre molesta y enfadada.
Se veía tan avasalladora cuando estaba enojada. Antonio tosió de manera muy tonta, para ignorarla y sentarse en su puesto. Pero ella no tenía intenciones de rendirse fácilmente. Se interpuso en su camino, con los brazos en jarra, esperando una explicación razonable.
— Quítate— resopló él, sin querer establecer contacto físico con ella.
— Olvídalo. Estuviste parado casi cinco minutos, con una cara de enfermo— "más bien de pervertido" pensó él mientras ella seguía con su discurso— ¿realmente te encuentras bien?
Y ella para colmo de remate, mostraba esa cara de preocupación. Rostro que pocas personas lograban ver. Y ese sentimiento, de saberse especial para ella, le volvía el alma al cuerpo.
—¿Preocupada?— soltó con sarcasmo.
Angélica se ruborizó hasta lo impensado. Otro gesto que le encantaba por cierto, pero ella era una experta en volver la cara. O cubrirlo con su flequillo. Y eso no era justo, al menos para él.
Le descorrió el mechón rebelde de la cara, para verla con mayor claridad. Este gesto provocó a la chica, la cual le lanzó un manotazo, que él detuvo con la otra mano.
Es que realmente estar cerca de Angélica era una proeza. Su explosiva personalidad podía salir a flote en cualquier momento. Para luego alejarte de un golpe de su metro cuadrado.
Estar cerca de ella era intentar dominarle, y no te lo hacía algo fácil. Para que mentir, si no fuera tan complicado, no sería ni la mitad de divertido.
—¡Oye suéltame ahora!— chilló dejándolo parcialmente sordo.
— Olvídalo— dijo él con el mismo tono de ella de hace poco.
La chica estaba realmente enfadada. Intentó hacerle caer, con una táctica tan torpe como ella misma. Antonio con una agilidad increíble, la tomó de la cintura y la sentó sobre una mesa. Colocó sus dedos sobre las muñecas de ella, obligandola a mirarlo de frente.
— Cálmate— sentenció Antonio, diciendo la palabra con una seriedad que logró callar a Angélica.
¿Como podía ser tan ilusa, de no percatarse de lo que su simple cercanía provocaba? Ella usaba lentes, pero no era excusa para que fuese tan ciega. Él estaba loco por ella.
Y ahora la tenía realmente cerca. Le observó el perfil, el cabello, recorriendola con sus ojos por todas partes. Ella se sintió casi desnudar por esa mirada tan intensa, y tuvo el impulso de cubrirse con sus manos. Pero Antonio se lo impidió. Este era su momento, y nadie se lo quitaría.
Angélica estaba temblando nerviosa por su cercanía. Antonio no pudo soportarlo más. Se aproximó a su rostro, a esos labios que deseaba con tanto ímpetu, esos que había desgastado en sus sueños más locos. Tomó su boca salvajemente, casi como un poseído.
Ella se quedó quieta. Era la primera vez que sentía ese sentimiento tan poderoso, ese llamado a mandar sus prejuicios al mismo infierno, porque no valía la pena recordarlos ahora. En ese momento, Antonio la besaba con necesidad quemante, y ella anhelaba tanto sentirlo.
Así que correspondió a su gesto, con una pasión que llevaba encadenada desde hace tanto tiempo.
De la sorpresa, Antonio le soltó las manos. Ella enredó sus dedos en su cabellos, queriendo que ese beso durase para siempre.
El asombrado Antonio le mordió el labio inferior, y ella devolvió el gesto divinamente. Jugó con la lengua hasta que no pudiesen respirar. Enfadado por tener que separarse, él la miró nuevamente. No era un gesto que hubiese visto antes. Ella estaba totalmente rendida por ese beso. Angélica también lo observó a sus ojos, mientras se mordía los labios con lujuria desatada.
— No... no te detengas.— suplicó ella, en voz tan baja que casi no pudo escucharla.
Mas él sabía que ella no repetiría esa frase. Dominada y todo, pero la chica siempre era terca, orgullosa y muy propensa a molestarse. Y eso a él le encantaba.
Volvió a apoderarse de su boca, pero ahora la recorrió con mayor lentitud. Angélica reprimió un suspiro, correspondiendo el gesto.
Pero para Antonio esto no era suficiente. El deseo que siempre estaba acallado, ahora se sentía cada vez más, en cada uno de sus poros. Sus dedos comenzaron a recorrer con lentitud el rostro de ella, repasando como si siempre la hubiese acariciado. La chica se estremeció por sus caricias finas, se notaba que le estaba complaciendo. Se le escapó un gemido corto, bajo como un secreto solo para ellos. Él entonces siguió recorriéndole el cuello, los brazos, la espalda en una danza tan deliciosa como dolorosa para ellos.
"Tenemos que detenernos" Angélica quiso aferrarse a la ultima gota de cordura. Quiso soltarse de las manos de Antonio, pero él volvió a capturarla con sus ojos azules.
— Angélica...— susurro rendido a plenitud.— No tienes idea de cuanto te necesito.
Y ella mando su razón al carajo.
Se lanzó a sus brazos, para continuar recorriendo el rostro de él en medio de besos, caricias y jadeos sin control. Antonio aprovechó para abrirse paso entre las piernas de la chica, reduciendo su distancia al mínimo. Ella no pudo evitar soltar un suspiro lleno de deseo.
Él la tomó por la cintura. La alejó un poco para depositar besos en su cuello descubierto. Casi sin darse cuenta le quitó la corbata lanzándola lejos. Angélica tampoco se quedaba atrás, estaba desatando su camisa con desesperación.
Ninguno de los dos ahora tenía pensado detenerse.
Antonio recorrió las piernas de Angélica con sus dedos. Sin soltarla de la cintura, sin dejarle opción de escapar. Aunque a ella esa idea ni siquiera se le había cruzado por la mente.
Con decisión en sus ojos castaños, la chica lo tomó de la cintura, recorriendo con lentitud desesperante el cinturón de Antonio. Él totalmente descontrolado, le subió la falda sin miramientos. Angélica quiso cubrirse pero las manos de él se lo impidieron.
Ella sería suya, en ese preciso momento. Sin importar lo que dijeran los demás, la tendría entre sus brazos y le demostraría a todos que ella era de él.
Exacto eso es lo que diría si alguien entraba, sea quien sea. Angélica es mía y le haré lo que me venga en gana.
Estuvo seguro que ella le leyó la mente en ese momento. Con un gesto rápido le sacó el cinturón, mientras jadeaba sin poder controlarlo.
—¿Estás segura?— preguntó, sin saber como detenerse en caso de que ella se negara.
Como respuesta, ella se quitó la parte baja de la ropa interior, lanzandola lejos de su alcance.
Él volvió a retomar su postura. Mientras los dedos ágiles de ella se apresuraban en sacarle la parte de abajo de Antonio.
El chico volvió a mirarla. Se inundó de la mirada de ella. De sus mejillas rojas y su respiración frenética. Y comenzó a penetrarla con lentitud para no lastimarla.
Angélica se mordió la boca. Era un dolor placentero, y quería más de ello. Antonio se embelesaba de la sensación de sentirla de él, sentirse solo uno. Era demasiado increíble pero estaba pasando
La chica enredó sus piernas alrededor de la cintura de él, para que pudiese entrar mas en su interior.
La sensación de dicha, placer y satisfacción de ambos fue impagable.
—Te prometo que esto se pondrá mejor— dijo él mientras se movía dentro de ella con lentitud. Pero Angélica lo tomó por la cintura obligandolo a moverse más rápido.
—Claro que se pondrá mejor— sonrió lujuriosamente. Y Antonio se volvió a enamorar de ella con ese gesto.
Esto era demasiado para ambos. Con suerte podían respirar, mientras se recorrían con la lengua, los ojos, las manos. Ella dijo incoherencias entre jadeos, que él extrañamente respondía. Como si su conexión fuera algo más que física, sino espiritual. Se estaban entregando en cuerpo y alma.
Ambos estaban a punto de terminar en un orgasmo único, trascendental y ¿mágico? pensaron al unisono...
Y en ese momento... sonó la alarma.
Angélica y Antonio despertaron al unísono. Pero no juntos. Cada cual en su habitación, sudorosos y llenos de deseos reprimidos.
Ella suspiró cubriéndose la cara con las manos. Era la quinta noche y sus sueños se estaban volviendo imparables. Él realizó el mismo gesto... solo que estaba más acostumbrado a soñar con ella.
Y ambos por un instante tuvieron la certeza que él otro también había soñado lo mismo.
—Tonterías— dijeron al compás.

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