Él salió por la puerta de su casa. Estaba algo preocupado,
por su trabajo en el centro, aunque quizá decir preocupado era demasiado, tan
solo le daba vueltas por su cabeza de tanto en tanto. Lo preocupante es que,
era lo único que le rondaba en su mente.
Era delgado, de tez blanca, pelo negro y unos apagados ojos
de color miel. Como si no pudiera sorprenderse de nada.
Sus pasos, no como siempre, lo llevaron esta vez a las
afueras de la ciudad. Sin saber cómo ni porqué, encontró una vieja biblioteca
abandonada casi derrumbada por el paso del tiempo.
Sintió algo de extrañeza. ¿Qué hacía en los extremos de su
ciudad? en estos momentos, él tenía una importante reunión, pero a pesar de
eso, se encontraba frente al pórtico casi sin forma del edificio antiguo.
— Supongo que para que esto no sea un viaje perdido — se
dijo a sí mismo, porque en honor a la verdad detestaba perder tiempo. —debería
intentar entrar.
Lo primero que lo impactó fue el fuerte olor a humedad del
lugar. Chocó con algunas telarañas, las cuales eran de tamaño considerable. El
techo roto, por el cual se colaba tímidamente el sol, dejando ver sus rayos de
color amarillo viejo. Es que absolutamente todo parecía envejecido en el
interior del viejo edificio.
Un sonido, multiplicado por la amplitud del lugar, lo
sobresaltó de inmediato. El ruido de pasos inundó el lugar. Esto provenía del
segundo piso del lugar. Para poder llegar a él, debía atravesar una insegura y
algo oxidada escalera.
Él se cruzó de brazos, algo intrigado. Era una completa
tontería ir a mirar, eso lo tenía claro, mas se preguntó quién podría estar en
un lugar como aquel.
Con bastante inseguridad de su parte, comenzó a subir por la
destartalada escalera, haciendo bastante ruido a su paso. Quien sea que
estuviese no se inmutó, pues los sonidos de las pisadas seguían el mismo ritmo
que hasta hace poco.
El lugar a diferencia del piso anterior, era mucho más
oscuro, por el corredor había montones de hojas en el suelo con distintos
escritos en ellas. Bastante mal iluminado por una sola vela, la cual estaba en
manos de una chica.
Tenía el cabello castaño muy largo, le llegaba hasta casi la
cintura. Resaltaba por el color blanco de su vestido, el cual no era ostentoso
pero si bonito. Le marcaba bastante la sinuosa silueta de ella.
—¿Y...? — se le atravesó la pregunta en la garganta.
Ella se dio vuelta, lo miró sin ningún interés. Luego sacó
un libro de un destartalado estante, poniéndose a leerlo, sin ganas de iniciar
una conversación.
Algo extrañado, y para qué decirlo, con más curiosidad que
antes, se resolvió a preguntar.
—Entonces... ¿te gusta leer?
De acuerdo, esa no era la pregunta más brillante que se le
podía ocurrir. La extraña lo tenía en un estado bastante torpe a decir menos,
debido a la sorpresa.
—Es algo obvio— le respondió con una voz bastante monocorde.—
“Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”—al notar que él
no parecía saber el porqué de esa frase, ella suspiró y respondió — Es de José
Luis Borges, —finalizó mostrando la tapa del libro que leía.
La extraña siguió empecinada en su libro, cuando de la nada
soltó la siguiente pregunta.
—¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
—Pues yo sentía curiosidad y...
—No me refiero a algo tan trivial como eso... ¿Qué buscas?
Buscar… la palabra le quedó danzando en su cabeza. ¿Él
buscaba algo en realidad? Quizá nunca se había replanteado su aburrida vida,
hasta que una completa extraña se lo había recordado.
Ella en cambio dejó el libro sobre una destartalada mesa, y
cerca posó la vela en un lugar donde no pudiese volcarla. Se aproximó a él con
paso sigiloso, posando sus ojos de color verde en los miel de él.
Algo intimidado por su acercamiento repentino, el joven tan
solo atinó a quedarse quieto. Mientras ella le descorría los mechones de su
cabello, inundándose de su rostro. Luego suspiró y se cruzó de brazos.
—Yo te diré que busco. Intento encontrar un recuerdo
desdibujado, un perfil perdido entre
tantas multitudes. Está tan perdido
entre la bruma de mis recuerdos, que entonces decidí crearlo yo ¿Sabes? No sé
donde inicia el recuerdo y comienza él verdaderamente. Y de la nada comencé a
cuestionarme si realmente existía.
Él se quedó en silencio ante tamaño discurso. La vio a los
ojos, esos de color verde que estaban tan tristes, tan anhelantes y cansados de
esperar a quien fuese. Y por un instante él quiso ser él, quiso ser esa persona
que ella esperaba, cumplirle promesas inexistentes, y darle besos sin registros
ni culpas, aunque claro nunca podría remplazar aquello que jamás existió.
—Por eso me agrada que te hayas pasado— ella sonrió de lado—
cuando tú apareciste el no recuerdo también se alejó. Por la ventana de este
lugar. Dejaré de esperar a quien nunca llegará, ni rezar por aquel que jamás
existió. Creo que es hora de ocuparme de mí.
Él se preguntó como su mera presencia pudo desencadenar todo
aquel cumulo de decisiones, en el corazón de la chica. Comprendió que ella
hablaba otro lenguaje, el cifrado de los
sueños. Habitaba en otro mundo, donde sinceramente las fronteras de letras,
magia e irrealidad no existían.
—¿Nunca has pensado que tú también puedes no existir?
Ahí ella sonrió. Él se quedó de una pieza, asombrado por el
cambio. Fue una sonrisa sincera, porque también atrapó a sus ojos tristes.
—Podría ser— dio vueltas alrededor — pero gracias por
liberarme del vicio de no querer olvidarlo lo que no sucedió.
La chica entonces tan solo tomo su libro, dejándolo solo
en medio de la habitación.
No se sentía como quien hubiese salvado a alguien ni mucho
menos. En los cuentos cuando el hechizo se rompe, los príncipes y todos son
felices. Aquí eso no pasaría, ella no volvería a sus pasos, ni le pediría que
fuese a aquel que tanto esperó en vano. Tampoco volvería a verla, ni jamás
podría encontrar una sonrisa que le llenara tanto el alma como la que le regaló
ella.
De pronto el desconocido se sintió más solo que nunca. Tomó
un libro cualquiera de la biblioteca, y se acomodó en la esquina más oscura de
la habitación.
Esperaría a que alguien viniese, aunque eso fuese imposible.
A que ella regresara aunque sabía que era un ejercicio inútil.
A que llegara alguien que lo liberara del hechizo de
extrañar lo que jamás fue.
Confieso que al comienzo no conseguía enganchar ni nada, y me parecía escritura forzada, pero ya hacia el final fui involucrándome más y más, hasta que conecté con el relato y comprendí el mensaje que tenías para el lector.
ResponderEliminarAl final no salvas a nadie, ¿verdad? Sólo le muestras la luz al final del túnel a quien no sabía liberarse de sus propias ilusiones.
Y entonces él se vuelve prisionero del mismo celador que la mantenía reclusa a ella. Lamentable.
Supongo que todos estamos condenados a extrañar lo que nunca fue, pero que sólo algunas tristes víctimas efectivamente practican el ejercicio del castigo.
:)
Oh que quieres que te diga po mabel, está muy genial, en cuanto a aspectos gráficos, ¡oh! amo los comentarios así como "extra narrativos": "De acuerdo, esa no era la pregunta más brillante que se le podía ocurrir." wuajajjaja me gusta bastante... y me gusta mucho los adjetivos que usas para describir las locaciones le dan como misticismo así wuajajaja, sigo diciendo que recopilaremos todos tus cuentos y lo haremos libro a lo saussure xD wuajajjaja saludos y sigue así, serás mejor que Don Borges :)
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