Parte cuatro B
Anteriormente
se recuerda parte del pasado de Carlos. Ahora, él junto a Alicia, han llegado a
la guarida de una de las mafias más importantes de la ciudad. Allí son
acorralados entre los matones en el salón principal del edificio, allí se
generó la siguiente situación:
—¡Hey tú! ¡Qué
quieres idiota!— gritó él más fornido de todos.
— Nada en
particular, solo llevame con el inútil de tu jefe— respondió con una sonrisa
como siempre lo hacía.
“Mierda” pensó
Alicia, eran demasiados sujetos, incluso para la rapidez de sus movimientos.
Lentamente sin hacer ruido alguno, deslizó las cuchillas por sus mangas,
escondiéndose para atacarlos en cualquier momento.
—Desgraciado...
yo te enseñaré lo que es bueno— dijo ante las palabras del detective. Se arrojó
sobre él, con el puño en alto, dispuesto a partirle la cara. Alicia rápidamente
salió de su escondite dispuesta a apuñarlo...
Pero el sujeto
en vez de darle un puñetazo en la boca, se detuvo en el último instante,
extendiendo la mano con una gran sonrisa. El detective respondió al gesto, estrechándola
con simpatía.
— ¡Cuánto
tiempo Carlos! ¿Cómo haz estado?
Ante tamaño
giro de los acontecimientos, Alicia se detuvo en seco, quedando quieta detrás
de la espalda del detective, sin tener idea de que sucedía.
— He estado
mejor— bromeó.
—
¿Qué te trae
por acá?
—De verdad
necesito hablar con tu jefe. Tengo un caso complicado.
—Creo saber a
qué te refieres— comentó con algo más de seriedad— te llevaré de inmediato con
él... ¿vienes con ella?— preguntó señalando a Alicia.
—
¿Ella? Ah sí,
es mi guardaespaldas.— se rió por lo bajo. Al escuchar esas palabras, la chica
le dió un puñetazo.
— Nunca cambias ¿eh?
alguien terminará matándote un día de estos.— replicó divertido el
desconocido.— pasen a la oficina.
Los tres se dirigieron al quinto piso. Alicia, no
podía creer lo sucedido, preguntándole en voz baja.
—
¿Desde cuándo
que eres amigo de ellos?
El matón logró escucharla y decidió responderle.
—Carlos es conocido aquí desde que salvó a la hija
del jefe. La encontró oculta en el cementerio.— comentó alegre— a pesar de que
por su culpa, nuestro líder casi nos mata a todos— imitó la voz del gánster— “¡Les
dije que revisaran todo el edificio, basura inservible, como pudieron ser
burlados por mi hija!”... y esas cosas.
— ¿No podías haberme comentado aquello?
—Nunca preguntaste— señaló el detective con
sinceridad.
Alicia se quedó en silencio, mientras el matón los
llevaba al despacho del jefe de la mafia. Allí, en medio de la sala, se
encontraba un inmenso escritorio, donde un hombre de mirada fría, vestido de
terno oscuro los miraba fijamente. Tenía los ojos grises, la piel tostada y la
cara con una cicatriz en su mejilla derecha, lucía un pañuelo rojo se veía en
medio de su pecho, el símbolo de quién está a cargo la mafia. En cuanto los
dejó en medio del salón, el matón se retiró, despidiéndose afectuosamente de Carlos,
cerrando la puerta y dejándolos solo con el jefe.
— ¡Carlos!— exclamó contento— ¿cuánto tiempo ha
pasado ya? ¿Has recuperado la razón y planeas unirte a mi “familia”?
—Ni que tuvieras tanta suerte— el detective rió con
ganas,— he venido por otras razones.
—Yo tenía entendido que estabas buscando a una
chica que mataba personas.— replicó el jefe.
Alicia se sorprendió ante aquel comentario. Miró
fijamente a Carlos, quien ya estaba jugando con sus dedos, como solía hacer
cuando cometía algo que consideraba malo.
— ¿¡Me considerabas una cómplice?!— gritó la mujer
enfadada, mientras empuñaba las manos.
— No solo él niña.— el jefe irrumpió la escena—
todos sospechábamos de una chica vestida de negro que estaba ocasionando serios
problemas.
La chica lo miró sorprendida. Según lo que ella
pensaba, nadie en el bajo mundo la conocía, ya que solo se dedicaba a matar
maleantes por aburrimiento.
—Apenas la vi supe que no podía ser ella— ahora era
Carlos quien hablaba— es imposible que pudiese cometer esa masacre con sus
propias manos.
El jefe de la mafia soltó un enorme suspiro.
—Hay algo que no entiendo de todo esto— dijo la
joven— ustedes ¿de dónde se conocen?
El mafioso lanzó una fuerte risotada. Carlos
también se unió a sus risas, mientras se metía las manos en los bolsillos.
—Pues verás— respondió el gánster— este sujeto fue
quien encontró a mi hija desaparecida...
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El joven se
llevó las manos a la cara, sujetando su mentón.
— Está bien—
contestó— no necesito más. Haz lo que te pedí y la traeré de vuelta.
Carlos fue junto a la mano derecha del matón,
llamado Benjamín. Tenía la piel clara, ojos claros y de cabello oscuro. No
parecía ser fuerte, pero según las deducciones del detective, era mucho más
fuerte y ágil de lo que parecía.
Ellos dos fueron en búsqueda de la escurridiza
niña.
— Espero que no se te ocurra la idiota idea de
escapar— amenazó el matón, mostrando su arsenal debajo del abrigo.
—Guarda eso— exclamó Carlos— nos dirigimos al
territorio de la mafia azul.
— ¡Qué!— gritó el muchacho— ¡Estás demente!
—
¿Acaso no se
encuentra allí el cementerio?
Benjamín lo quedó mirando bastante impresionado.
—La esposa de tu jefa esta enterrada allí— aseguró
el detective.
—¿Cómo lo supiste?
—No era tan complicado— contestó Carlos mirándolo
fijamente— está claro que al ser la hija del jefe tendría todo lo que quisiera.
Y eso incluía que ustedes la podían trasladar sin problemas a cualquier
parte... claro, con la excepción de aquellos que no están bajo su dominio.
¿Para qué una chica tan lista, como lo ha demostrado hasta ahora, armaría tanto
enredo solo para salir? tiene que tener una razón muy importante para generar
tamaño lío. Debe sospechar de que en algo raro está su padre... pero no lo
suficiente como para comprender el peligro de salir sola.— el detective observó
el terreno, mientras el chico lo miraba impresionado.
Mientras el joven de la gabardina explicaba su
razonamiento, llegaron al cementerio sin ninguna complicación. A Carlos se le
hizo muy extraño que nadie los hubiese seguido, pero prefirió seguir los pasos
del chico, que lo llevaba a la tumba de la madre. Allí, encerrada en el
mausoleo, se encontraba una niñita que lloraba sin parar. De contextura
delgada, ojos verdes y piel morena, vestida con ropas bastante costosas. Carlos
sonrió de lado al encontrarla y Benjamín fue corriendo hacia la reja del
mausoleo.
— ¡Cristal!— gritó apenas llegó al lugar— ¿cómo
quedaste encerrada aquí?... espera, primero que todo ¿cómo se te ocurrió
asustarnos de esa manera, saliendo sola por las calles?
—Déjala en paz— dijo el detective— suficiente tiene
con estar atrapada en ese lugar.— le sonrió a la niña.— apártate un poco, para
poder botar la reja.
Cristal lo miró con bastante incredulidad en sus
ojos claros. Aún así, todavía llorando, retrocedió lo suficiente para que el
detective echase la puerta abajo de una sola patada.
—¡Vaya! ¡Y yo que pensaba que eras un idiota sin
fuerza!— comentó Benjamín.
—Podría decirse lo mismo de ti— Carlos dijo esto
mientras entraba al mausoleo.— ven, te llevaré donde tu papá.
La niña recuperó el habla en ese momento, mirando
al sujeto que ella conocía.
—¿Papá esta muy enojado?
—Por supuesto que sí, todos los estamos— Benjamín
se aproximó para darle la mano— eres lo más importante que tenemos... no nos
dejes nunca más.— le regaló una sonrisa al terminar sus palabras
Cristal sonrió ante esa afirmación. Decidió
entonces acompañarlos hacia la salida del cementerio, contándoles como había
quedado encerrada en el mausoleo.
—Pude entrar por la ventanilla del mausoleo.—
relató— pero luego no pude alcanzarla porque estaba muy arriba.
— El jefe construyó el mausoleo con un desnivel—
explicó Benjamín.
— Seguramente no pensaste que no podrías alcanzar
la ventana después ¿verdad? introducirte primero tus piernas, pero no pudiste
ver la altura, luego te colgaste de la ventana para caer al piso. Así, te
quedaste encerrada en ese lugar.— puntualizó Carlos, ante lo cual Cristal
asintió.
Estaban llegando a la salida del cementerio, un
hombre estaba parado justo en el centro, con expresión maliciosa en su rostro.
Benjamín se detuvo en seco ante aquella figura, soltando la mano de Cristal
dejándola con Carlos, luego avanzó a paso lento hacia el desconocido.
— Sabes que no puedes mostrar tu sucia cara por
aquí— dijo el desconocido.— mira a quién has traído,— sonrió— nada menos que a
la hija de tu jefe.
El detective en ese momento, atinó solo a tomar a
la niña en brazos.
— Ya nos estábamos retirando...— respondió el chico
de ojos claros.
— ¿Por qué tanta prisa?— contestó el sujeto— pueden
quedarse todo el tiempo que quieran... sobre todo ella.— le brillaron los ojos
al decir esas palabras.
— Lo siento, pero ella se viene conmigo— Carlos
rompió el silencio.— es más nos vamos ahora mismo.
Todo ocurrió demasiado rápido. Benjamín sacó las
pistolas que traía escondidas, comenzando a disparar a diferentes lugares, de
los cuales salieron más matones de la mafia rival. El desconocido, también
aprovechó de mostrar sus armas, intentando atinarle al chico de cabellos
oscuros, quién se movía por todo el campo.
En cambio, Carlos solo se dispuso a salir con la
niña en sus brazos, retrocediendo hacia el interior de las calles del
cementerio. Allí, escondidos en medio de las tumbas, estaban más miembros
dispuestos a detenerlo. El detective aprovechó el lugar, para esquivar las
balas. Escuchó como muchos corrían detrás de él, y supo que no tendría mucho
tiempo para huir.
— ¡Alto!— chilló la niña— Benjamín podría...
— Te quieren a ti— respondió él con sinceridad— sí
logramos salir de este lugar, él también podrá escapar.
Recordó que en el fondo derecho del lugar, no
existía reja alguna, al parecer la habían botado para reemplazarla por otra.
Corrió rápidamente hacia ese lugar, con la niña que lloraba en sus brazos y un
montón de gente persiguiéndoles los talones...
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— Luego de eso, de milagro pudieron llegar a
nuestro terreno.— continuó relatando el jefe— allí nuestros hombres se
encargaron de espantar a quienes los perseguían. Carlos arriesgó todo para que
no pudiesen robar a mi hija.— exclamó — le deberé lealtad toda la vida, así
funcionan las cosas en este lugar...