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La encontré. En medio de tantas historias entrecruzadas que ha veces se toman mis pensamientos al aire, apareció Leonora entre ellos... tan definida como si la conociera desde siempre :´D
Si tú humano, me preguntaras como me siento sobre mis 24 horas de vida te diría lo siguiente. La verdad, es que no pienso mucho sobre eso. Solo viviré un día ¿para que amargarme? Si piensas entre la diferencia entre un milenio y una hora, no es tan significativa como tú lo crees.
Todos moriremos algún día. Y cuando eso pase, la Tierra no se detendrá ni se terminará la existencia… bueno solo la tuya.
Así que en vez de amargarme como tú, que te quejas de un par de meses de vida, déjame tranquilo vivir mi único día en esta Tierra.
El cual viviré al máximo.
Angélica vio a la victima alejarse entre las personas, tonta, sola e indefensa. Se sonrió instintivamente, mientras sus manos se empuñaban en los costados.
—Esta me las pagará.
La chica siguió caminando sin percatarse de que la seguían. Entonces cuando dobló la esquina la joven vislumbró su oportunidad.
—¡Espera!— gritó suavemente. La aludida solo se dio vuelta, para mirarla por encima del hombro.
—¿Eres la amiga de Katte?
—Pues si— se aproximó para tomarla y arrinconarla con fiereza en contra de la muralla.
—¡Pero que…!— intentó zafarse, más el agarre de Angélica era demasiado efectivo.
—Escúchame bien, ya que no lo repetiré de nuevo— siseó por lo bajo— yo nuevamente escucho a Katte sintiéndose mal por tu culpa, te lo juro… y perjuro que romperé esta cara de la cual tanto presumes.
La otra chica se tornó del color de la tiza.
—La cual no es tan bonita como crees— sonrió de lado.
—Estas loca— exclamó la otra chica al borde del llanto.
—Y tú— dijo con dejo de desprecio— eres simplemente patética. Sintiéndote mejor cuando sabes que le tienes envidia a Katte… ¿O me equivoco?
La otra joven solo se mordió los labios.
—Como lo imaginé.
Angélica soltó a su presa del agarre. Esta salió corriendo por su vida.
Trascurrieron un par días. Angélica como siempre esperaba a que Katte la fuese a buscar a su sala.
—¡Ange!— era la voz de Katte.
—Dime— comentó la otra.
—¡Hoy pasó algo increíble!— comentó con sus mejillas rojas— Luisa se disculpó conmigo.
—¿En serio?— dijo con un dejo de sarcasmo.
—¡De veras lo hizo! Dijo que era solo por envidia… y otras cosas que olvidé— posó su mirada miel en los ojos de la otra. —Dime que tú no tuviste nada que ver en esto.
—Cree lo que quieras Katte.
Más antes de que la chica pudiese reclamarle, Angélica dijo como si nada.
—Bueno me alegra que me hiciera caso o sino le hubiese tirado los dientes.
—Ange no tienes que ser así.
—Tengo que serlo… sobre todo si mi mejor amiga se siente mal cuando una estupida como esa la trata mal.
—Repito no tenias… pero gracias de todas maneras— dijo y le sonrió.
—Nada de cosas cursis cerca de mi metro cuadrado por favor— contestó secamente Angélica.
Más Katte sabe de memoria, que ese es un “de nada” oculto entre sarcasmo.
Fin
Miedo:
Podía ir por la vida aplastando cucarachas y otras alimañas. Pero cuando se trataba de ratas a Angélica le tiritaba todo el cuerpo, se paralizaba y salía corriendo, gritando cual poseída.
Por eso cuando en la sala apareció el espanto ese, todo el mundo se volteó a mirar a la chica ruda, palidecer de miedo ante un pequeño ratón.
—Mírenla llena de miedo— se burló un tipo, ella no supo quien. Después se sintió el ruido seco de un golpe.
—No la molestes idiota.
Antonio la estaba defendiendo, y eso la molestó. A pesar de todo lo pasado aún se creía con derecho a defenderla. Y ella tenía demasiado orgullo en el cuerpo como para permitirle el privilegio de defenderla.
—¡No tengo miedo!— gritó, agarrando un cuchillo cartonero, dispuesta a sacarle las tripas con eso.
Más cuando lo tuvo en frente, el animal no salió huyendo. Se paró en dos patas mirándola con sus ojos aceituna. Y ella sin saber porque se reclinó en sus rodillas para mirarlo de cerca.
No era que hubiese superado su fobia de la nada. Era solo que aunque tuviese una careta de malvada todo el tiempo, era incapaz de hacer daño… a cualquiera.
—¡Bu!— exclamó y el ratón salió huyendo.
—No hay necesidad de herir a nadie sin razón— dijo sin darse cuenta, en voz baja. A pesar de ello, Antonio pudo escucharla, y sus ojos azules se clavaron en el piso por un largo rato.
Fin
Se declaró adicta, cuando se descubrió oculta entre las sombras de la bodega, escribiéndole versos al olvido.
La niña miró con profundo desagrado, los zapatos de charol que asfixiaban sus pies. Pasó las manos por la tela suave del vestido rosa, la enagua del mismo la hacia sentirse incomoda.
—Mamá… ¿Por qué tengo que vestirme así?
—Eres una niña hermosa— comentó distraídamente mientras buscaba un sombrero que combinase con todo el conjunto— delicada, de piel blanca. Igual a la muñeca de porcelana que te dio tu abuela.
—Me aterra esa muñeca.
—No digas tonterías. Ahora sonríe, pórtate bien, no te ensucies ni hables. Las niñas buenas hacen eso.
Las niñas buenas era la frase favorita de su madre. Bueno, la niña pensaba eso porque lo repetía incesantemente, como el zumbido de una mosca que no se puede aplastar.
Ella miró a los niños jugar, empujarse y gritar. Que envidia... tan libres como los pájaros.
En cambio, ella estaba condenada a sonreír, caminar derecha y no hablar.
A ser sencillamente idéntica a la muñeca sin vida que reposaba sobre su cama todos los días.