martes, 5 de enero de 2016

30 días - 30 relatos/ Día 1

Mucho, mucho tiempo sin escribir como debiese. Para poder calentar los motores para este 2016 que recién empieza, he decidido tomar un reto en conjunto con mi hermana. Claro que ella dibuja y yo escribo x) Así que aquí tienen el primer día de 30 días - 30 relatos.

1. Comienza una historia con "Había una vez..."




Había una vez en una sala de clases ordinaria, un chico observaba por la ventana el mundo pasar. Siempre lo hacía sin saber muy bien el por qué. Cada día que pasaba esperaba ver a esa persona. Muchas veces escuchó de las bocas de sus compañeros el concepto de “enamorarse” “caer rendido” “amor a primera vista” pero él jamás lo había experimentado. Nunca vio a una chica que lo dejara atontado, sin habla y mucho menos rojo como un tomate maduro.

Alondra, su compañera de puesto, se sentó mirándolo de reojo. Como todos los días lo saludó solo con un gesto de la mano. Después sacó un enorme libro (como todos los días) y se dedicó a ello hasta que llegó la profesora.

El chico observó a Alondra de reojo. Ella siempre realizaba sus hábitos con prolijidad, sacaba buenas notas sin hacer alarde, siempre callada y concentrada en sus enormes libros. No era bonita (eso hasta él lo sabía) pero le gustaba acompañarla cuando leía callada. Era lo más estable de su vida… pero no tenía ganas de evocar su existencia.
Y en ese momento…

 — ¿Qué te sucede? — Alondra lo miró directamente a los ojos. Fue la primera vez que el chico vio sus expresivos ojos verdes.
— Nada… — respondió un poco confundido por la pregunta.

La joven lo observó por un segundo interminable y volvió a su libro.

Después de ese día Esteban jamás volvió a mirar por la ventana. Lo que hacía era esperar pacientemente a que Alondra llegase, para luego pretender que miraba hacia otro lado. La joven siempre le preguntaba todos los días si le sucedía algo, y el respondía lo mismo que el primer día que hablaron: “Nada”

Y un día Alondra no vino. Esteban la esperó pacientemente. Tampoco al siguiente, ni al subsiguiente. Al tercer día el chico decidió que no era suficiente solo esperarla. Decididamente (ni supo cómo) llegó a su casa.

Y ella fue quién abrió la puerta. A pesar de que estaba despeinada, en pijama y con la nariz roja de tanto resfriado… Esteban por primera vez entendió ese sentimiento que tanto le habían descrito. Ese pequeño, delicado y frágil rayo de luz que envuelve a la persona que te gusta, ese latir incontrolable y esas ganas desesperadas de querer protegerla a toda costa.

Ella preguntó:
— ¿Te sucede algo?

Y el tardó toda una tarde en responderle. Ella sonrió de vuelta ante tal testamento.
Tuvieron muchos días para responderse mutuamente.

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