viernes, 15 de mayo de 2009

Aun te recuerdo





















—Debe ser desconectada.
El doctor escupió estas palabras, cual juego de todos los días. Recibí la sentencia sin creerlo ¿Selena? ¿Muerta?
—La decisión es esa, tienes 24 horas para decidir.
—¿Para decidir que?
—Si quieres estar a su lado.
Mi mente aun no lo asimilaba, el hecho de que Selena moriría al atardecer del próximo día.
—Quiero más tiempo.
—No, lo siento mucho pero no es posible, con su permiso me retiro.
Salí corriendo del hospital, no sabía adonde mi loca carrera me llevaría, pero cualquier lugar era mejor.
Recorrí los lugares de nuestra felicidad, ahora vacíos, el reflejo de la realidad, de esos días, meses, años sin ella, me escupieron en la cara.
¡Selena no puede irse! Su voz, la caricia de sus cabellos, el perfil perfecto que lograba el ocaso ¿Por qué mi dios? Si esto sería tan difícil, mejor no la hubiese conocido, si me la arrebatas sin consideración a nada.
Los recuerdos están ahí, nacen cada vez que saboreo las letras de su mágico nombre.
No me percaté de cuando comencé a gritar, mi corazón solo tiene un anhelo… desea vengarse ¿Pero en contra de qué? ¿La vida? ¿El destino? ¿Dios?
Ninguno de ellos es el responsable, solo yo soy el único culpable, por conducir esa estúpida moto durante la neblina del otoño, mas de una vez, Selena llena de risa me comentaba que ambos nos mataríamos en ese cacharro.
¡Si hubiese tomado en serio sus palabras! Habría echo de todo, tan solo para que no estuvieses en esa cama fría, respirando débilmente y perdiendo el ritmo de tu corazón.
He ido a la playa, en ese lugar en donde el amor nació ese día ¿lo recuerdas?
Yo tan solo recuerdo nuestra felicidad compartida, estática y hermosa, igual que un lienzo, donde hasta la basura lucia preciosa.
Recuerdo exactamente tus palabras, frente a ese ocaso utópico.
¡Que linda lata! A mí jamás me parecieron lindas… pero esta es perfecta.
Y yo fui un tonto por no comprender el misterio que tus palabras encerraban.
Tan solo me bastan tan pocas palabras para ser feliz por siempre, que todo lo acontecido a Selena fuese tan solo una broma cruel, y ella este ahí, viva sonriéndome y esperándome para pasear por la playa… como en los viejos tiempos.
La resignación cae sobre mí, se la verdad te mueres como este ocaso con tu dulce presencia.
Me he decidido, pasare los últimos momentos a tu lado, debes tener miedo pero tomaré tu mano en todo momento, no te dejaré sola he intentare no llorar ante tu partida.
Llega el momento, paso por los pasillos del hospital, donde mis ojos tan solo quieren verte… para nuestra ultima cita.
—A muchacho decidió venir.
—¿Me permite tan solo unos minutos?
—Por supuesto.
Selena, tan lejos y a la vez tan cerca, lejos de mi calor, cerca de mi corazón. No hay palabras para expresar la perfección de ninfa inmaculada, la paz reflejada en tu rostro, tu larga cabellera cayendo entre mis manos cual cascada rojiza, el latido tranquilo de tu corazón.
Regresa por favor, ven a regalarme tu sonrisa, a darme tu calor, a reírte de mis ideas locas, tan solo ven… quiero hacerte feliz.
—Perdone joven ¿Está listo?
—Solo una cosa más.
De mi bolsillo, saque una cajita y le dije a mi doncella de marfil.
—Por esta cajita, nosotros salimos esa noche, por esto corrí el riesgo de llevarte en moto, esa noche nublada quería pedirte que pasaras tu vida conmigo, pero ese fue un sueño de unas pocas horas… lo sé, no puedes quedarte conmigo, y también jamás podré escuchar tu respuesta.
Si pudiese resumir todo lo que siento y sentiré por ti, lo haría pero me faltarían tantos siglos para contártelo, por eso tan solo puedo decirte, gracias por ser mi alegría, por ser mi pena, gracias por existir mi doncella de marfil.
Puse el anillo en su anular y me sentí preparado.
—Dígale al doctor que puede venir.
____________________________________________________________
De su muerte transcurrió un año, la herida lentamente se cierra y aun soy incapaz de llorar, pero su rostro se pierde entre la neblina del tiempo, la rutina y el cansancio de todos los días.
¿Qué haré cuando la herida se cierre? ¿Comó vivir sin el dolor de tu partida? ¿Cuándo el brillo de tu existencia se borre para siempre?
Y después de estos pensamientos, que cruzaron cual estrellas fugaces por mi mente lo comprendí.
Una sola lágrima se formo en mi ojo y rodó lenta por mi mejilla.
Selena a muerto… porque esta muriendo dentro de mí.
Mi mar de lágrimas por fin se desato.
¿Podré llorarte el resto de mis días?
Fin

miércoles, 13 de mayo de 2009

Lluvia





















No importa cuanto tiempo pase por mis ojos vacíos. Aun me duele el recordar ese último crepúsculo a tu lado.
Esta lloviendo lenta y delicadamente sobre el paraguas, que parece un enorme murciélago abriendo sus alas al cielo gris.
La ciudad es gris, ya no existen los matices para mí, desde el día que tu sonrisa se borro para siempre de tu rostro.
La nada, la monotonía y el gris eterno que recubre mi mirada, como una vieja telaraña que no estoy dispuesto a sacar.
Estoy cansado, molesto y demacrado. La tristeza es tan grande que no puedo tenerla más en el pecho.
Miro por el puente hacia abajo. Mis pasos me han conducido a este lugar con un propósito difuso… que cada vez se aclara más y más.
Paso mis dedos por la baranda, de color blanco, carcomida por el paso del tiempo y la lluvia. Abajo no hay río alguno, solo un montón de piedras filudas que parecen invitarme a saltar.
—Katte— susurré a la ligera lluvia, como las miles de lagrimas que nunca pude derramar— esto es tan difícil.
Si, seguir respirando es todo un reto para mí. La única razón que me tiene encadenado a la tierra fueron esas palabras que me dijiste en ese momento.
“-Bobo, no me importa si me olvidas— la molestia cruzo por tu rostro, quisiste interrumpirme pero nuevamente te interrumpí— tan solo prométeme que serás fuerte, y estarás feliz aunque no sea conmigo.”
No respondí a esa pregunta, pero la determinación en tus ojos claros no me dejo alternativa alguna. He cumplido mi promesa al pie de la letra, pero bajo esta lluvia me parece un absurdo.
No quiero quedarme aquí si significa renunciar a ti. No puedo evitar que el tiempo borre esta herida con sutileza.
Hay cosas de ti que ya no puedo recordar. Ya no recuerdo cuantas arrugas tenía tu frente cuando te enfadabas. Ya no recuerdo el sonido de tus dedos en la mesa. Ya no recuerdos como cerrabas los ojos cuando el sol te molestaba.
Entonces empieza a detenerse el agua, mis anhelos de seguir viviendo se van con ella.
Tomo aliento y comienzo a trepar por la orilla de la baranda. Esta resbalosa pero ya no importa… solo quiero que el dolor se vaya.
—Quiero verte de nuevo— le murmuro al viento.
Un pie sobre el barandal del puente, abajo las piedras lucían de pronto más filosas. La imagen de mi cuerpo destrozado se coló por mi mente.
Trague aire, no sería tan fácil como lo hubiese imaginado…
Casi a duras penas subí el otro pie sobre la baranda.
Ya quedaba poco, dentro de unos pocos minutos todo mi dolor se terminaría.
La lluvia termino de improviso, un débil rayo de luz se filtro por mi espalda… y yo sin darme cuenta me di vuelta.
Casi me quede sin aire al ver quien era.
Era ella.
Casi como si todo su cuerpo fuera parte del cielo, su figura se acercaba al puente y me dedico su hermosa mirada clara, a pesar de estar algo borrosa pude distinguir su cabello negro, sus arrugas.
Si estaba bajo los efectos de la locura no me importaba.
Baje de un salto, acercándome con delicadeza. Parecía hecha de ilusión y espuma, tan delicada que incluso el simple rocé de mis dedos podía espantarla.
Tantas cosas sin poder explicar pasaban por mi mente. Pero decidí desecharlas en ese momento, tan solo quería aprovechar el momento, a sabiendas que no podría volver a verla de esa manera.
Estaba tan desorientado… ¿Qué le diría? ¿Por qué estaba aquí?... porque estaba... ¿no era una simple ilusión?
—Alexander… ¿Qué pensabas hacer?
Casi como un eco sonó su voz, más que nada dentro de mi cabeza porque sus labios seguían sellados. Su semblante cambio a ese que yo conocía tan bien, era el rostro de cuando se enfadaba conmigo.
—Soy débil— terminé diciéndole— yo… ¡no puedo vivir sin ti!
Katte se puso a llorar de manera delicada. ¡Demonios! Como deseaba poder abrazarla en ese instante.
—No lo hagas— con voz queda, casi rogándome— no conviertas mi cielo en un infierno.
¿Cómo? ¿Acaso con mi decisión podía hacerle daño?
—Lo… siento— susurré a media voz— yo no soportaría la idea de dañarte.
Entonces ella se deslizó por el viento, rozándome la mejilla con la punta de sus dedos.
—Cuídate— diciendo esta sencilla palabra se desvaneció sin dejar rastro.
La lluvia se había detenido, el paraguas voló lejos de mí alcance.
Y yo, por primera vez en mucho tiempo… sentí esperanza.

Fin